Tengo un secreto que contarles

Hace tiempo que escribo y no sé muy bien por qué. Tampoco sé si tiene sentido escribir. O si alguien tendrá el más mínimo interés en leer mis textos. Lo peor es que no se tratan de historias, ni siquiera de cuentos, ni de ningún otro tipo de formato literario con el que un ávido lector se pueda sentir seguro. O segura. Probablemente atraiga antes a una lectora que a un lector. No por nada. Simplemente leen más. Eso está demostrado. Las estadísticas literarias son muy claras en ese respecto. Sólo hace falta ver la gente que trabaja en el mundo editorial. Las mujeres son mayoría. Y los hombres, ya se sabe, unos machistas. Ahgg.

En fin, si yo fuera uno de ellos rápidamente me daría asco de mi mismo. No tardaría en autoetiquetarme para estar en el grupo de lo más periférico de los autores. Quizás escogería estar con los autores que no lee nadie. Eso sí sería reconfortante. La inseguridad que nos precede, tan sólo confirmada por la helada indiferencia de mis lectoras. Ellas mismas se han conjurado a no leerme nunca. Quizás sea una frase fuera de contexto, o un párrafo en un post de hace más de 9 años, que escribí sin entender muy bien quién era la persona que decía dicha palabra. Puede que haya sido el personaje el que la escribiera, pero ese matiz no lo sabría entender esta lectora, no por una incapacidad personal, sino por mi inoperancia como escritor para sentar las bases de mis historias con las estructuras que deben, por fuerza, tener todos los textos. No se vale, insisto, despistar al lector con palabrerías que no van a ninguna parte, porque entre otras cosas, ¿qué sentido tendría?

Quizás la búsqueda del sentido no es un fin en sí mismo. O quizás algunos autores sí que lo consiguen, y con ello, sus historias brillan en las mentes de sus transformados lectores. Las lectoras ya no leen a autores insípidos que son catapultados a un olimpo de la literatura maquinado para sentar a hombres seniles en un círculo de machos alfa que sostienen la pluma con la que escriben en una mano, y con la otra la polla del escritor al que rinden pleitesia. Se trata de un ritual masónico que sirve para poner las letras en la cumbre de la civilización, justo en medio entre el poder y el dinero, como un mecanismo autónomo que aceita los engranajes del simulacro social al que pertenecemos. De no existir la literatura se romprería el cículo de los alfa. Sobrarían manos. Y no se generaría el estímulo sagrado de los esbirros lamiendo los huevos de sus amos.

Con esto no quiero desvelar uno de los secretos mejor guardados de nuestra sociedad. Sino tan sólo advertir de mi incapacidad, y quizás fuerza de voluntad, para crear una obra literaria que me acercara a la fatídica circunstancia de haber de decir que no al círculo de poder. En cuyo caso, la situación podría enmierdarse rápidamente, ya que tienen vías muy sugerentes para alisar las críticas de los autores latinoamericanos que aterrizan en la madre patria con la intención marcial de subir al olimpo de los dioses. La literatura siempre ha sido el último refugio de los soñadores que buscan en este otro simulacro el anhelo de ser aquél otro, si tan sólo hubieran nacido en el lado acertado de la pirámide.

No se trata pues de un fraude. Ni siquiera de un complot de los literatos y los editores. Ni un sistema de explotación de masas para consumir más palabras de las que tenemos capacidad de digerir. No tenemos tanto tiempo como para perder en obras insignificantes que ni siquiera han pasado el filtro de las vías formales de la edición. La imprenta marcó el camino, y ahora, los editores, pretenden marcan las mentes de sus masas de lectores que se abarrotan en las liberías como hordas de alocadas adolescentes tras los huesos de su estrella pop.

Las generaciones globales siempre han buscado la satisfación, el goce, la salida. Y a la vez, el espejo en el que reflejar la imagen proyectada desde lo más profundo de sus anhelos. El deseo de poder observar, con sus propios ojos, que los sueños del querer-ser se han posado sobre la realidad asumida como un tejido de partituras en las que nos hemos colado hasta la cocina del porvenir. Y la única manera de conseguirlo es burlando todas las barreras que se nos levantan al pretender dar un paso más allá de lo que nos es permitido, según nuestros propios estándares, y según las reglas que se nos han transmitido, y que de manera singular, hemos aprendido a enmarcar nuestro ser, al mismo tiempo que intentamos dudar al máximo de su utilidad, y por tanto, nos alejamos vertiginosamente de su uso. Nuestros gestos contradictorios no consiguen la libertad, sino sellar al máximo la capacidad limitada que tenemos para entender, desde fuera, el entramado de la trampa perfecta que nos hemos articulado con nuestro hacer, pensar y dudar. No dejamos lugar a la fuga, que por otro lado, nos llevaría a asumir el viaje por el único túnel que vemos a nuestro alrededor. Y los que han bajado por es hueco se han topado con el eco indisolubre de la fragilidad desgarrada.

Un grito nos abre la piel, dándole la vuelta. Las vibraciones del aullido se cuelan en los poros y entran a los órganos que organizaron la revuelta. Se desata una reconstrucción interior de los roles de los órganos, quienes son llevados por la vía del libre albedrio, y que sin embargo, sienten la opresión de dejar sus puestos para asumir, a partir de ahora, que son algo más. El engranaje se pone en marcha sin dilación. Rápidamente se encuentran las alianzas del nuevo orden y se permite la escritura de un modulo central que rige los movimientos y las alarmas de la continuación deconstruida de nuestro ser. El cerebro sostiene las vías de deglución de los alimentos ya triturados y dispuestos a pasar por su circuito cerrado de electrocalibraciones. Los excedentes se vertirán por las tres vías de salida de los desechos: los ojos, la boca y las orejas. La disposición de estos ya no está en la cabeza, que ni siguiera tiene sentido en este contexto quimérico. La lengua se ha apoderado del circuito pensante que actúa sobre los demás órganos, con la ayuda mecánica de un corazón abierto que se ha alineado para abrirse de brazos mientras abraza el que hasta ahora era el órgano sexual de la persona. Es aquí en donde el ano y prepucio observan el exterior de nuestro ser, y se relacionan con un lenguaje sofisticado que extiende los tejidos del sistema nervioso entrelalazados con las arterias y las venas, de manera consustancial en mensajes dispuestos ante nuestros interlocutores, para reestablecer el contacto mutuo con inmediatez de las formas, los olores, y la geometría del mito que se teje en la mesa de interlocución, cuyo marco ha sido engalanado con los huesos más robustos en el esquema de proyección. Los dedos de las manos y los pies desplazan la nueva endidad con la tracción suficiente para el encuentro con nuestros semejantes. Los tejidos de los músculos se han reconfigurado para llevar una capa que dignifique al nuevo ser en su ecosistema de navegación continua. El uso de los bellos, cabellos y uñas se guarda para las alegorías sagradas de los encuentros que ameriten la ocasión. El resto de órganos se reconfiguran entre ellos para mostrar un elemento sofisticado de elegancia que va mutando en cuanto se percata del encanto y la seducción compartida con otro ser circundante. La memoria se almacena en una epidermis de genes que destellan una luz que se emite y que refleja la comunicación en las antenas receptoras de otros seres, que funcionan como repetidores involuntarios de los mensajes discontinuos del ecosistema. Las neuronas se han distribuido por doquier, sin que sea neceario, ni buscado, mantenerlas trabajando continuamente. De hecho, muchas de ellas se desprenden del organismo por el placer de marchar. Levitan pues en el ambiente, sin que nadie las condicione. Habitando las diferentes esctructuras de los nuevos cuerpos. Son los seductores portadores de las tribus nómadas en movimiento.

Es ahí, en este último éxodo, en donde encontramos al persoaje principal de esta historia: Dionisio99.

The journey around the sun

The idea we have in our heads about the motion around the sound describes a two-dimentional pathway that is not very accurate, but it is the simplest way of looking at it. We consider a motionless sun standing there, and not a complex system of planets in this celestial dance where we move around the sun, praising to our God, as we shadow the moves from His reflections.

So here’s the thing. Sometimes we are just used to the picture in our minds. And we can’t help it. That’s our truth. And we go no further. But sometimes, if we let our minds free, we may see things in a whole different way. Try this.

It blew my mind. That’s what’s transforming our society looks like. Something that we thing is fixed, may just as well be turned around, letting pass to a new emergent way to stay alive.

This is what innovation looks like to me.

Sometimes it feels like we are not in pandemia

Pandemia stroke. And we are still sipping the life we had. We are no longer here, nor there. There is a space in between where we are trying to come out of the closet. As a society. With all our sins forgiven. Merciful. Wishful thinking, you know. It’s like chocolote. The illusion of a society according to chocolate. That is, thanks to América.

How are we supposed to change? How are we supposed to evolve into something bigger than ourselves. How do we integrate in the social clash of this great pyramid? Alternative theries come to mind. But none of them state the given unchangable truth of this new believe: we can be different, and better. We can also fall and crush the symbols from our past. And be dust. And from dust, rebuilt a new society from scratch. But we are already ahead of the game. Somehow we’ve allow the elevator of social change to give us scientist to work around a method to improve things altogether. Things we can built iterating each time around.

Second wave is striking again. People don’t realize the worst case scenario until we are stuck in the moving sands all the way to the chest. Then they/we worry. It’s a matter of surviving. As it is today. As it is now. We’ve already come out of the first wave, and now the numbers are climbing in the curve. We are still in this for the long run. Vaccine seems to on the way, but don’t hold your hopes too high. Once it’s here, the inequities of our world will show us, without hesitations, how the power game has been served to those who pray. Did you get a white ball or a black one?

It’s a lottery. Yet it is not the simple aleatory one. States of nature gives you a step ahead in the game if you come from a certain background in the global game. Or even if your cards are marked in the local one. The game is still here to be played. The unleved field will not hold nor adapt itself to a fairer slope. We’ve somehow managed to learn to play with the obstacles standing in the way, sorting around them like slalom rutine, and then scoring at the end line, like a mix of australian football and cricket.

Our mind has been wired to cope. Somehow we survive. The humiliation of being discarded around the game. Somehow we are getting there, step by step, only we don’t allow ourselves to leave our confort zone too much. And when we do we find it cold outside. It’s a crooked game all the way to the end, but we are here to deliver… what? Love? Hope? Laughs? Proofs? Laws? Claims? Products? Experiences? Marketing?

Allow me to take a sit. Or a knee.

McFly vs Biff

Se trata de un tema sensible, y a la vez, de una mentada de madre. Casi todo lo que representa la sociedad se encuentra en este gesto, en estos intérpretes y en esta pequeña historia que estoy a punto de contarles. Es una historia que me toca de cerca, que involucra amigos, y que también, de alguna forma, involucra a némesis. No especialmente a un némesis personal, aunque perfectamente podría ser el caso. Lo único que tengo que asegurarles es que no existen culpables en esa historia. Ni uno. Aunque si existen agresores y agredidos. Víctimas y victimarios. Y quizás eso es lo que más nos cuesta asumir: haber sido una cosa y la otra. Algún día. Alguna vez. Sin entender del todo el daño que pudimos haber ejercido sobre alguien en el pasado. Algo que todavía se puede verbalizar 30 años después al reencontrarnos una vez más en el entorno tóxico de nuestra infancia. Y tras unos jijijís y unos jajajás, de repente, chin… vas y chingas a tu madre.

Una mentada de madre en México no es cualquier cosa. No señores. No. No en México. Es meterse con la madrecita santa, lo único más preciado que la virgencita de Guadalupe. Esto vale para cada mexicano. Especialmente si es bien macho. Aunque no sea mucho. Por ahí no. Podrían haber volado las ofensas más descarandas, la violencia más desgarradora y gratuita, la humillación más vil y montonera, si en cualquier momento de la historia, la víctima se levanta y se le ocurre mentarle la madre al victimario… verga… verga… se para el tiempo. Ahí sí no, papacito. Te pasaste de la verga. La ofensa de los victimarios es de las los problemas más inútiles de nuestra sociedad, y quizás la verdadera pandemia que nos corroe a todos por igual, en un mecanismo interno del cual no podemos desligarnos a no ser que hagamos un ejercicio especial de introspección y de asunción de su autoria.

Aunque no lo parezca esto no es una cuestión de buenos y de malos. Estamos muy ligados a una narrativa en la que existen tan sólo dos bandos y bebemos tomar partido por uno de los lados. La dicotomía de la confrontación nos lleva a escalas insospechadas de victimización de nuestra propia situación, de manera que el ofendido soy yo, como si los dedos de todas las feministas reunidas en el zócalo me estuvieran apuntando hacia mi. Y es así. Yo soy el culpable de esta historia. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por algo somos catálicos. O catélicos, para ser más inclusivo, por fin. O más bien guadalupanes.

No se me vayan a venir encima todavía. Pérenme tantito. Todavía no les acabo de contar ni la primera mordidita de la historia. O podría decir, la primera mordidita de la quesadilla, la más preciada de todas las mordidas, si acaso competida nomás con la última. Ahí también, en el tema quesadilla, podemos encontrar dos bandos muy bien definidos. Los unos y los otros. No hay historia sin dicotomía. Al menos no de confontación. Anhelamos estar de un lado de la historia para poder apuntar claramente el dardo hacia nuestro adversario. Y al darle rienda suelta a nuestro estímulo primario apretamos el gatillo. Y la bala, sin darnos cuenta, nos perfora la nuca por detrás. Como la explicación en la clase de física de bala que dipara un tipo en la cima de una montaña, y cuya velocidad y masa consiguen de alguna manera mantener la órbita para darle la vuelta al mundo y repentinamente tras dar la vuelta, zas: perfora un orificio letal en la nuca del que apretó el gatillo en la cima.

Pero de vuelta a los verdugos y a las víctimas. A los nazis y a los represaliados por el holocausto. A los fachas y la resistencia. ¿De qué lado de la historia queremos estar? Esta es la historia de nuestro mundo. Esta es la historia de nuestra actualidad. Esta es la historia de nuestra dicotómica sociedad. Y no estamos llegando a ningún sitio que no sea el origen de todas nuestras disputas: la primera línea de fuego. Solventar la disputa que tenemos pendiente con nuestro victimario. Ahora sí: qué pedo. Pues qué, o qué. No pus nada. Ah, yo decía. Sabes qué: vas y chingas a tu madre.

Se para el tiempo. Ha dicho las palabras mágicas. El tono de una mentada es la madre del cordero. Ahí se encuentra la magnitud de la ofensa. Y desata al macho que llevamos dentro. Que lo primero que está dispuesto a hacer es jugárselo todo por la afronta al honor que acaba de recibir. Debe asumir la contienda. Se levanta y monta, pecho erguido, una pose de pichón enrrabietado. La puesta en escena debe permitir que alguno de los amigos de uno y otro bando salgan a detenerlos, ante de que sea demasiado tarde. Y entonces el honor está casi resarcido. Ha habido contestación. La tensión se ha disipado. El honor ha vuelto a su curso. Todos somos testigos. Y la cosa vuelve a la cotidiana violencia que asumimos como normal.

El cuerpo no dice que algo no está bien. Algo se torció en ese últimos gesto de valentía masculina. La toxicidad del heteropatriarcado está en una mentada de madre. Y la manera de resolverlo no nos queda del todo clara. Los amigos que saltan son una barrera de contención para que no se toque a los nuestros. El otro debe saber que su afrenta nos ha dolido a todos. Y por tanto montamos un guardia pretoriana que rodea al que tiene cobertura. Se escucha la música de Enio Morricone.

Todo esto ocurrió en un chat del grupo de mi escuela primaria de una escuela de Coyoacán, el Héroes de la Libertad. El grupo se montó a raíz de la pandemia, gracias a un recuerdo entre dos excompañeros. De pronto, al cabo de unos días, estábamos conectados todos de nuevo. Y se dieron varios intercambios que nos permitieron ponernos al día de lo que había sido nuestra vida. Y todos volvimos a la infancia. Algunas heridas habían sido sanadas de la manera más respetuosa. Se habían desvelado secretos de infancia. Viejos reconres. Todo se había sabido llevar de la manera más políticamente correcta.

Éramos unos 70 excompañeros. Resistiendo. Acompañándonos. Hasta que se invitó a Mario a entrar. Mejor así. Vamos a poner los nombres de nuestros personajes. O quizás deberíamos usar sus alias. Mario McFly y Biff Santos. Así no entramos en descalificaciones o apodos que puedan desviar el tono de nuestra historia. Pero quizás justo por no venir cuento, ese sea el sitio por que voy a comenzar. El verdadero apellido de Mario McFly no es McFly, de hecho es un apellido que rima con quesadilla. Y el segundo apellido también rima con quesadilla, porque es el mismo. Eso puede marcar la infancia de cualquier infante en una urbanidad mexicana acostumbrada a la carilla. Verso sin esfuerzo.

La carrilla a la quesadilla por la peculiar rima de sus apellidos fue centro de no pocas inspiraciones poéticas en los años en los que en las clases de español te enseñan la lengua como una serie de estructuras que se manejan en los textos más sobrios de la historia de nuestra lengua. Quizás es por eso que parte de nuestro humor no se desarrolla más que con la pretención que encontremos las gracias en las aventuras del Lazarillo de Tormes o en las desaventuras de Sancho Panza, sin pretender con eso poner a todos los españoles en el mismo saco, sabiendo lo que esto podría ocurrir y lo mucho que mis análisis literarios sobre el humor podría ocasionar poniendo a estos dos personajes, o a sus autores, en el mismo saco. Sería como poner a Valle Inclán y Góngora al mismo nivel de desparpajo existencial cuando tan sólo valdría mirarlos a la cara para saber si compartirían risas sobre los mismos guiños a la insignificancia de nuestra existencia.

File:Luis de Góngora y Argote (Museo del Prado).jpg - Wikimedia Commons
Retratos de Valle-Inclán - Cátedra Valle-Inclán

Puede que me equivoque, pero igual no reirían de lo mismo. Y España, en general, no está acostumbrada a reir de lo mismo. No al mismo tiempo. No sin antes escoger trinchera a la que asumirse soldado. Y desde ahí, entonces sí, elegir desprecio ante un némesis indiscutido.

Rehusamos que seamos nosotros los violentos. La violencia viene hacia nosotros. Y nosotros somos las víctimas. Buscamos ser más víctimas que victimarios. Tememos más ue nuestros hijos sean más víctimas a que sean victimarios. Y tenemos más o menos las mismas probabilidades de serlo. No sabemos de qué manera nuestra intervención, por simple que pueda ser, pueda tener un impacto sentido en una persona. Sobre todo, tampoco sabemos si lo que puede ser un chiste se convierta en una humillación, y si de alguna manera, esta misma fórmula pudiese revertirse sobre uno mismo, injustamente entonces, en una circunstancia inhabilitante que nos dejara fuera de control, ninguneados y foco de la risa descontrolada y afilada del resto de los presentes. Estos presentes, puediendo ser, en todo caso, toda la red. La enorme humillación de estar desnudo, indefenso, sólo, mientras en resto de los dedos me apuntan a la cara, rodeando mi martirio con un sonoro efecto catártico de las carcajadas de los masa desatada.

En todo acto colectivo aparecen unos y otros. Dar la cara. El momento de la verdad. El silencio es una acción pasiva que también cuenta. Y a veces tiene más significación. También observar es un acto de reflexión. Quizás decir lo primero que nos viene a la cabeza es un instinto incontrolado de la verdad. Lo que la piel emana. Nuestro acto animal. Como el improperio.

Mario McFly fue invitado al grupo. Esmeralda lo había encontrado en facebook y lo había contactado para explicarle que nos habíamos encontrado todos en un grupo y que viniera. El tuvo sus dudas de entrar. Y ante la insistencia entró. Fue recibido con saludos. La cortesía inicial. En un momento dado alguien mencionó que era cumpleaños de otro de los compañeros, Ismael, a quién en su momento algunos llamaban Chistín. Biff Santos lo felicitó, y como otros, lo hizo utilizando aquél mote de primaria, y Mario McFly volvió a ver, 33 años después, la acción del que había sido su bully de la infancia, a quién recordaba en ese momento con rencor y a quién había esperado mucho tiempo, pensando cómo le diría lo siguiente: chinga tu puta madre.

El chat se quedó frío. Mario McFly se posicionó del lado de las víctimas. Él bien sabía el rol que las cosas tenían en la historia, especialmente doloroso que le fue la infancia a manos del que en ese momento centraba la culpa de todas las humillaciones que pudo haber recibido Mario en esa primaria coyoacanense, en una única persona: Biff Santos. Quizás había más Biff Santos que Mario todavía no había identificado en el chat. Quizás habría habido más mentadas dirigidas a otros que también en su día le habrían acompañado las rimas que Biff Santos se inventaría para molestar a la Quesadilla, como recordaban algunos que se le llamaba a Mario. Quizás Mario recordaba todo aquello como un acoso continuo en el que él era la víctima de todas las bromas pesadas que se vertieron por aquél entonces. Lo cierto es que Mario recordó otro compañero que también recibió en su momento una buena dosis de carilla. No se lo recordó a Biff Santos, sino a otro compañero, al que Mario McFly exoneró de su calvario ya que en primero se hicieron amigos, según él recuerda.

Mario se encontró de pronto en un terreno hostil. Tuvo tiempo también de desvelar con corazón en la mano a su crush de toda la primaria. Tuvo, de pronto, las agallas de atreverse a decirle a la niña que le gustaba lo que siempre había querido decirle, que le encantaba y que soñaba con ella. Y a su victimario, Biff Santos, que fuera a chingar a su madre. Mario McFly había entrado en palenque y se había hecho de manera un poco bronca y atolondrada, con la plaza. Los gallos estaban espoleados, se respiraba ambiente etílico y los humos caldeados del ambiente nos habían hecho pasar de las felicitacioes cumpleañeras al ruido de las sillas que se partan para liberar el espacio para el cara a cara de dos gallos. El palenque espectánte ante la contienda. Algunos preferían retirar la mirada. Otros veían con morbo y entusiasmo lo que este tipo de careos suele ocasionar. Las historias viven de resentimientos añejados con el tiempo, y ninguno añeja mejor que un resentimiento escolar infantil, según me recordó mi amigo Quique cuando le expliqué los pormenores de la historía. Como el buen vino.

Llegados a este punto, Marío había conseguido reunir a unos cuantos espectadores a este espectáculo de martes 21 octubre de 2020. Chistín nunca olvidará este cumpleaños. Y Mario McFly nunca olvidará el día en que tuvo el desparpajo, finalmente, de desmelenarse para enfrentar a sus demonios y saltar a bailar en la pista. Una declaración de amor y una menta de madre. La historia estudiantil completa. Back to the Future. Ni el más sagaz de los guionistas habría visto el deslence de lo que Mario McFly iba a conseguir en el futuro. En medio de la pista de baile, peleando por su amor infantil, McFly apretó el puñito y le dio un golpe al send: chingas a tu puta madre. La carga emocional de pronto quedó liberada tras años de acompañarle. Efectivamente descargó de manera catártica todo lo que hasta entonces se le había atravesado. En su vida adulta ya había olvidado todos aquellos momentos de humillación y carilla que la Quesadilla McFly fue llenando en su mochila de rencor.

Eventualmente, Mario McFly salió adelante. Quizás la universidad le ayudó a cambiar de aires. Quizás todos tenemos derecho a empezar en otro contexto en el que nadie nos puede juzgar por lo que fuimos. Quizás tenemos derecho al olvido y tirar hacia delante con un futuro sin rencores. Quizás la posiblidad de sanar está en haberse encontrado, Biff y McFly, y haberse dicho las cosas a la cara. La idea de Mario McFly es que ahora había regresado el mal que en su infancia vivio a su victimario. La victima empoderada encontró su momento de redención en la forma de una mentada.

Los matices son muchos y muy sutiles. Mario McFly tomó con cierto desparpajo el recuerdo de las rimas de su apellido. Quizás eso lo puso a la defensiva. Decidió saldar sus cuentas rápido con el pasado, quizás sin darse cuenta de quién estaba ahí presente, y de cómo serían recibidas sus mentadas. No sabía si era el primero o si era la tradición. No lo penso. Le salió. Y le pareció normal. Una mentada de madre en México es una cosa de adultos. Todo mexicano patriota lo sabe. México puede ser muchas cosas. Y una de ellas es la afiliación que tenemos a nuestras propias chingaderas. Ahora, no metan otras chingaderas, porque ahí sí no mames. El macho mexicano tiene sentimientos muy frágiles. La fragilidad del macho mexicano es un tema poco trabajado por la literatura, aunque no he hecho el ejercicio de encontrar sus referentes, que sin duda los hay. La carrilla ha dado suficiente munición a todos los mexicanos para burlarse de absolutamente todo lo imaginable. No hay quién se salve. Salvo algunos que pasan de puntitas ante la amenaza constante de que puedan convertirse en un momento dado en el centro de las humillaciones colectivas que retumban en las carcajadas de los hilarantes victimarios.

La burla en México no tiene fronteras. No es esto lo que lleva a las víctimas a buscar de pronto un sentido en la venganza. Mario McFly no quería organizar una vendetta. Pero sintió oportuno hacer público la revuelta en el estómago que le ocasionó estar en la presencia de Biff Santos. Y lo soltó. La honorabilidad de Mario McFly está es su transparencia.

Ante el conflicto saltan los resortes. La banda saltó. Todo el mundo quietos. Mario McFly estaba desatado y su atolondrado show desató la indignación del insulto presente. La corrección política mandaba sobre la irreverenca de la sanación de una mentada por escrito. Un corrillo virtual con su sana distancia. Tambores de guerra. Mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta la tierra…

La profanación de Marty McFly incendió la parroquia. El tono bronco nunca se había vivido así antes en este feliz reencuentro. De pronto no pudimos aguantar que esto nos estuviera pasando. El último reducto de paz del 2020 se desmoronaba frente a nosotros. El tono iba subiendo. Se le marcaron las límites de la decencia en este protocolario espacio de memoria. Mario McFly se estaba despiendiendo, y justo antes de salirse por su propio pie, alguien le dio al botón rojo. Bomba nuclear. Expulsión. Se borró del grupo, dejando caer la trampilla bajo los pies de Mario McFly, una vez más. Quizás el gesto más injusto de toda esta historia.

Así lo vio Mariana, que fue la primera que levantó la voz en defensa de Mario McFly y de su derecho de mentarle la madre a quien él consideraba que había sido su bully de refencia, Biff Santos. Y peor que se le echara. ¿Quién decide a qué se le expulsa de un grupo abierto? Es un tema sensible. Quizás todos los grupos tienen este tipo de dinámicas, sobre todo cuando se suman individualidades. En nuestro caso se habían tejido complicidades de reparación de los recuerdos compartidos. Nos habíamos ayudado a sanar. Algunos se había ido. Alguna nos había dejado tragicamente. Con Milly en el recuerdo de nuestra última catarsis, Mario McFly nos abocó de pronto a una corrido de veganza en medio de un palenque. Algo demasiado rudo para un grupo de chilangos clasemedieros como nosotros.

Tras exponer su opinión Mariana dejó del grupo. Le siguieron otras tres o cuatro personas más. La historia vivida les había sobrecogido. Quizás se vieron representadas en las trincheras que se habían marcado con el incidente entre Mario McFly y Biff Santos. Quizás ellas también habían sentido esa humillación y ese sufrimiento del que Mario McFly hablaba. No lo se. No quisieron estar más ahí. Y se fueron.

Irse siempre es una opción. Callar también. En una sociedad compleja y polarizada lo mejor que podemos hacer es retener la capacidad de entendernos con el otro que no comparte nuestra perspectiva. Debatirlo. Controntrarlo. Y seguir adelante. Confluir a partir de la empatía que podemos generar poniéndonos en el lugar del otro. Y estuvimos a punto de conseguirlo. Pero Mario McFly, y unas cuantas personas más se fueron antes de que hubiéramos podido sanarnos todas. Es una lástima. Habría sido un grandísima oportunidad para conseguir una gesta que tenemos pendiente para arreglar esta división que se activa de manera espontánea en nuestros contextos sociales y políticos con la liturgia de la violencia, y la asunción de los roles de victima o victimario. Nunca ambas.

Mi única aportación en ese debate fue un mísero chiste. El primo de Biff Santos y yo comentamos en paralelo los sucesos. Nos pareció un triste desenlace. El primo de Biff Santos sabía que quizás de haber entrado también le abría tocado recibir una mentada de madre de parte de Mario McFly. Y de manera muy valiente y con su sagaz sabiduría para decir las cosas con una gracia natural, asumió la postura del victimario. Quizás él también se había burlado de Mario en su día, y quizás estaría bien instaurar el martes de mentadas de madre, para aquellos que en su día nos burlamos de alguien, y a manera de compensación, recibieran cada martes su mentadita de madre de las peronas que recibieron sus burlas entonces. Quizás va por ahí la liturgia de la sanación. Y no se vale indignarse ahora los que antes fueron victimarios. Su postura fue compartida y aplaudida por algunas personas. Otros defendieron que las formas de Mario McFly no habían sido las más elegantes. Mario McFly entró como un elefante entra a un anticuario. El gesto instintivo de la trompa en la mentada de madre fue la que ocasionó todo aquél ruido.

Biff Santos es amigo mio. Lo era entonces y lo sigue siendo ahora. Su respuesta vino despues de mi chiste. Mario McFly y Biff Santos el viernes a salida en el callejón del Aguacate. El mítico sitio en el que se citaban las afrentas de honor en el Héroes de la Libertad. En aquél momento el aire era irrespirable. Y fue entonces cuando Biff Santos, un tipo de una bondad absoluta, el envio todo su amor a Marty McFly y le confensó que lo que pasó en la primaria hace treinta años ahí se queda. A esto Marty McFly le pareció curioso: ah, como en Las Vegas. La respuesta de Toño rebajó la tensió y acarreó un fuerte repunte de apoyo y solidaridad de una parte imporante del grupo. Era un camino correcto hacia la reconciliación. Mario McFly no tenía suficiente. Su reparación no tenía un diseño predeterminado. Todo se había precipitado muy rápidamente. Pero no quiso recibir entonces el mensaje de amor, y la congregación estaba lista para llevar el juicio a sentencia. La defensa popular siguió con sus argumentos. La honorabilidad de Biff Santos había sido puesta en duda. Y no se iba a permitir manchar el honor de uno de los nuestros. Así que se le serruchó el piso a Marty McFly, que sin más volvió de vuelta al pasado.

Las salidas y la propuesta levantada por el primo de Biff Santos recuperaron la dignidad del grupo para entender la complejidad que resulta de los rencores pasados y la confrontación entre bandos aparentemente irreconciliables. Todos llevamos una etiqueta que no queremos que se confunda con la de nuestro némesis. Y rehuimos a ser los malos. No queremos ser los victimarios, y siempre es más seguro estar dónde hay más apoyos colectivos. No vaya ser que nos toque ser a nosotros los linchados. Quizás no debamos pensar pues en resarcir los daños con las misms fórmulas que nos han llevado a la violencia. Pero también es una reflexión que debemos saber para entender qué parte de la violencia es nuestra, como sociedad, como individuos imperfectos, y como resultado de las emociones contradictorias qeu se apilan dentro de nosotros para cargar nuestra mochila de sufrimientos con elementos tangibles, reales e imaginarios. Al final, todos llevamos esta mochila encima, y encontrar la manera para aligerarla tendría que ser el camino para nuestra propia redención. Cuanto antes sepamos entender que no hay culpables en esta historia más pronto conseguiremos reencontrar la vía para sabernos parte de la misma sociedad que ahora consieramos que está dividida irremediablemente, y que nosotros, pertenecemos al bando de los buenos.

Mario McFly y yo tuvimos un día un encontronazo en el salón. Yo no recuerdo practicar el arte de la burla, sin que eso me convierta en ningún santo(s). No recuerdo haber reído más veces que con el primo de Biff Santos. Sin duda alguna las gracias que resultan más divertidas tienen siempre alguien como protagonista. La broma es la virtud más sublime que tenemos a nuestra disposición, y los mexicanos practican un humor sumamente superior al del resto de las culturas. También practican una carrilla sumamente pesada, que en una de esas, te puede dejar en el centro de una humillación colectiva que genera las risas de todos, absolutamente todos, los presentes. La única manera de asumir una liturgia de sanción es aceptando nuestra posición en el centro de dicha humillación, y ser la causa de las risas de los demás. Por un tiempo justo. Sin que sea sólo a una única persona. Ni continuada en el tiempo.

Pero volviendo a mi desencuentro con Marty McFly. Mi memoria me recuerda que fue él que hizo alguna cosa, el que se estaba pasando de listo. Era un tipo que tendría sus problemas, pero tenía un caracter particular, y en aquél momento el agraviado, según recuerdo, fui yo. Quizás la memoria de Marty McFly le hubiera llevado también a sentir la necesidad de mentarme la madre. Y lo habría aceptado, no sin antes intentar recordar el por qué de aquella pelea. Lo cierto es que aquella pelea en la que llegamos a las manos, se saldó rápidamente con una llave que mandó a volar a Mario McFly por lo aires, en un automatismo de los aprendizajes de karate que recibí de mi sensei Ángel. El karate que yo aprendí era más de la filosofía de que sólo lo utilizas en caso de defenderte. Y aquél fue el caso. No recuerdo nunca más haber tenido ningún problema con Mario McFly. Me habría gustado haber comentado este recuerdo con él. No por asumirme victimario, que dudo haberlo sido, pero sí para enteder su perspectiva del mismo acto. Quizás me habría llevado otra mentada de madre. Y no tuve tiempo de recibirla. Y eso me duele.

No participé en este show, salvo por mi humilde chiste. Pero como a muchos, me sumió en una reflexión que quise articular de esta manera para poderla compartir. Compartir es un decir. Nade sabe de la existencia de este blog. Quizás sea el momento de quitarme este peso de encima. Y con el privilegio de no tener victimario al que lanzar mi frustración y sufrimiento, dedicarle a todo aquél hijo de puta con el que me crucé en mi vida, una sutil y reconciliadora mentada: vas y chingas a tu madre.

Trump and the virus

He knows all about the virus. It has suprised most of the cientist he’s talk to. According to him. He’s not wearing a mask. He belives the virus is still just gona go away, as if by magic. He’s mind is magical. It’s a gift. He’s world is danger. Stand proud boys. Or by. Or bye. Or down. He’s not sure what you are talking about. Shut up, man.

The USA is in the peak of its world narrative to save of us all. Or at least, God bless América great. Or was it again? God forgot about everyone else. He just cares for América. Before the 1592 it was the other way around. HE never heard of América, nor HE cared on bit. It was a Donald Trumpy God. The kind of God who’d send a plague to sent his big man a lesson. So Donald is being transported to the sacred sphere as we speak, hit by his Father to bring back normality to the rest of the world. HE’s just chipping in to the campaign for Trumps nomination to the peace noble price.

They have evertything under control. HE is going to sacrifice another one of his favorite disciples. How does HE pick them? HE knows, and no one else. Misterious ways, you know. But Donald is in for a ride he’s still unsure how but he’s coming back greater than how he entered into the hospital. How? Through aborted feto’s magic. Who’d thouhgt?

Prolife back him up again. He is just playing along a greater plan for what life really stands for. Still, it’s just fake news they made up to bring him down. As if them cummuniss know anything about life, other than just killing it. Them virus is here because of the evil sins. God Father is sendint His message through our brother Jesus-like Donald T. Nobody has been persecuted than this noble businessman, and besides he’s introduced a new race to pray for, some Cleopatra shit going on, with that orange thing. The man, according to him, and his fellow worshipers, a genius of the insanity chastity brotherhood.

We were in for a ride and the leader of the world larges army has not let the world down. He’s been delivering his common sense abnormality in every speech, or twitt, he’s ever written. Politics changed for good. And that’s not a bad thing. It’s just fake news again. And we can tell the truth no more. Cause of them media liers. Shit is going down again. Like storming frogs. Or some evil shit like that. Brother Bannon is doing his time, but the system has been wired. Brother Zuckember has led people to believe he’s factchecking the veracity of this elections, and by no means willl Russian hackers do their thing all over again through the facebook-ads scheme. You know what I’m saying.

I loose it with this guy. He’s out there fooling fools to fool the game, and scoring. Sad. Unless the game flips. As it always ends up. The path of Bush father. Trump. Icarus.

PD. Notice something weird in the image of this post. The search for Trump’s covid leads to no suggested keywords. Huh. Suspicious. More on next post.

44

Some days you find yourself turning the page. Life is full of days, and that should be enough. We only have a few and we don’t ever listen. Not even to ourselves. Life’s about to end. And still, life is just a walk outside your place, somewhere, where you’ll encounter… life. Other people’s life. Full of circumstances, vices and hopes. Life’s what comes out of todays journey. Wherever we go. However we choose to go about it. Life is beginning new projects, even when it seems out of the norm. Specially then. I never know if specially goes with a letter e at the beginning, or if that’s just me being latino all over again.

What am I supposed to do? Who am I supposed to be? Still no answer. Still wondering about something else rather than what I must. I do this unconciously, or maybe, purposedly. I don’t have an answer for that either. I am more of a question guy, I guess.

I have limited time. Sometimes you have to remind yourself. Sometimes you need to hammer the head that’s avoiding to pay attention to your inner «Pepito Grillo» to come to those senses intended to be your landing spot. Why should I go there? Why should there be a place in which by my own deliverance I shake up the world that surrounds what I am supposed to be at the moment? Why would anyone, including me, care?

I don’t… know. I do care. I think.

Life is but a game. This illusion has been there forever. I might be dying inside, as we all are, and there must be a way to accept to take part in this new thing comming up. Today. I turn the page again around the sun. I’ve turned 44 years old. It’s the 20th birthday I celebrate in Barcelona. This city has evolved into something else. The place is ready to give back 1992 and enter right into the 80’s back again. Bring back the wall as we need this new decade facing backwards inside the room. Who’s in the back of the class? Why are they there? What is it they want? That’s where innovation is taking place within the social disruption scene. And in the front rows might be the scientists. They want change to. They have skills, several degrees, a method and a topic they know all about. In the middle, people caught between the poles of the class. Or the classes going about their own path to fulfillment. They are all in the same room. As we are. We belong to the front of the class as much as to the back of it. Only, as Woody Allen played it early on, he only had a chance to go to the back of the class and choose from the options in that side of the board. Who’s making a living out of their own wit? Artists? People creating new narratives. People pushing the boundaries. The Charlie Chaplins. Cinema is entertaining and feeding people with stories that go out of bounce. The gameplay is being leveled by those outsiders. And we, in the middle, get to watch.

Scientists go about the way they got there: excellence. And studying. And observing. And asking the right questions. And making science. All the time. All the time. Until the impact factor hits the roof. Then they’ve made it. If not before, when they have already stablished a role within a lab. Making a difference from the lab bench. Finding new ways to push through the limits of their own view of the world, through the microcrospe. Through their practice.

We are called to make a stand to risk everything in order to be a part of a bigger process. This insurgency meets the needs of a society that is full of resentment towards the other, and where conspiracies are thrown at each other to debunk the fundamental issues that hold each others arguments. But it’s not like fight. It’s not war. We are taken to scenarios of violence because that’s been the case all over history. It’s the norm in our history, according to our storytellers. And we have found it normal. Customary. Was is just around the corner. Again.

New tensions in the middle east. The old commies vs uncle Sam. Nazis taking over. North Korea pushing the button. Trump playing war games. Drones flying to get you. A bullet your way. Paramilitares taking on environmental activists. Minning, the old fashion way. The land being taken from it’s local communities. Deforestation. Devastation. No jobs. No movement. No social non violent uprising. Who’s next? What’s next? Why now?

It seems like life is taking a spin. Pandemia has shown us a way of coping with our priorities. And somehow, we have all noticed how screwed we are/were. But it’s not on us. We avoid to fall into the place where society is being judged. We are coping with illnesses as we go about a dayly routine back to the old days. The new days have no shape yet. They are only real in our imagination. And sometimes, we forsee a bright and prosperous future. Some others, we are gloomed into despair by the blindness of our own.

How to change ? Why change? Why now? Against who? People are choosing to take sides. And two poles are always there colliding. No atraction/repulsion is taking more than two poles. Unless we create a new electromagnetic field. Complexity then play it’s own balancing game. Structural entrophy. Balance. Stability. Or ultimately, a bomb.

We’ve all taken a blow at the head. Sad news have come our ways as we have experience a new way to be caged. The caged bird still sung. And there, within that unfair imprisonment, freedom was casted with the spirit of heirs of dinosaurs. Not a small heritage on their tiny little shoulders. Sing bird. An eagle’s scream. A dove’s coo. I know why the caged bird sings. Freedom.

Are we there yet, mom?