Hay algo de Internet en nuestra comunión. Antes no era posible. Y eso nos vino de pronto. A pesar de que ya llevamos años en esta conexión. Nos perdimos, no sé cuando, ni dónde. Pero algo ha prevalecido en la magia de la conexión universal. La exposición de lo que somos, cada uno, en esta gran aldea. Y de pronto, estamos todos conectados a una misma pulsión.
Somos parte de una misma especie, que late a un ritmo relativamente parecido, tuc tuc, tuc tuc,… y que de alguna manera, este latir, marca nuestro sentido del ritmo. La música que nos acompaña se acaba acompasando al metrónomo de nuestro corazón. Todos nos sentimos atraídos a estos ritmos. Y nuestra mente experimenta un trasiego de caminos que nos conducen a todas partes. Las redes neuronales se colapsan. El tráfico mantiene irrigada la luz que se proyecta en todas las direcciones. Las aguas mentales se precipitan en un circuito cerrado de bienestar. La simbiosis. Éxtasis. Nirvana……… ALLS………
Algo de coronavirus nos vuelve a poner en la misma sintonía. Ya no sólo es el futbol. O la economía. O un programa de entretenimiento. O algo que algún influencer nos comunica, con su red de contactos y su marketing infalible. Su oportunidad de llamar la atención. Un clickbait. Y caemos.