Fundación Armando Gallo
Todo futbolartista de abolengo debe tener una fundación que acabe redondeando su éxito en los otros ámbitos de la vida. Esta es la manera de hacer un retorno a la sociedad. Más allá de lo que los talentos del virtuosismo en aquello que el futbolartista aporta a la cosa en sí, sino por la connotación altruista de regalar una feria.
La cereza en el pastel. Tras una carrera meteórica en dirección a la cima del multiverso ejemplar en el que el futbolartista se desbordó más allá de las expectativas que su sueño de niño se imaginó en el día más liberado de entoces pura existencia. Tras mucho esfuerzo, tremendos sacrificios, práctica y empeño en ser el más súblime ejemplo de lo que uno mismo representa, ante el espejo, y con los velos que revestimos la historia que queremos contar, para entonces dejar que nuestro fluir con el todo nos inunde una vez más en las aguas mentales imaginadas por Roberto Calasso cuando emulaba ser Dionisio; o quizás tan sólo Nietszche.
La Fundación Armando Gallo es el sitio de creación más allá de lo que la persona. Es la posteridad del artista que se forja en un legado multiversado de antemano. La historia la escribió él mismo, un día que empezó a crear su obra en el tiempo y el espacio que ocupó su revelación. En ese estado de plenitud lo único que pudo hacerle sentido fue converger en la tarea más absurda que podría haber imagino un ser lleno de luz en plena noción inmediata del ser-estar. La divinidad propia le dictó del designio de su única cruz: reporta lo aquí vivido, pues esto es a lo más que cualquiera de nosotros pueda aspirar: ALLS.