La paz de Pau está con todas ustedes… y con tu espíritu.
Pau es un evangelista de un mundo más allá de este mundo. No se trata del más allá. Se trata tan sólo de otra dimensión superior. Algo que siempre ha estado ahí, eludiendo nuestra compresión, por estar en una dimensión superior a la que no tenemos un acceso inmediato de manera natural. Llegar a este punto de consciencia colectiva ha sido el camino por el cual Pau, iluminado por Dios Padre, Nuestro Señor, ahora pretende reconvertir las energías de su hasta ahora mundana vida, para asumir la evangelización de esta buena nueva.
Pau es paz en catalán. Y en esta paz también se encuentra parte de su simbología. Su testimonio pasa por la asunción de más de un significado a lo que hasta ahora considerábamos de una única dimensión. El paso inicial es la dualidad. En principio, su nombre, Pau, se asume como la herencia del significado ligado a aquél apostol, que no era uno de los 12, pero que acabó teniendo un rol fundamental en el proceso de consolidación de los ejes fundamentales de la institución católica. Como tal, su legado representa un acto fundacional basado en la escritura. Sus cartas marcan el fundamento evangelizador con otros pueblos desde una perspectiva que conecta a Dios con los pueblos.
Dios habla por Pau, como antes lo hizo por Pablo. El momento en el que la madre de Pau le puso Pau fue fundamental para que Dios Padre pudiera tomar la determinación de que sería ese, precisamente, SU hijo que le diera la buena nueva al resto de sus compadres en la última hermandad heteropatriarcal que Dios Nuestro Señor obró antes de decidirse a mandar, ahora sí, a la HIJA de Dios. Ese día, Dios Padre comenzó a transicionar.
