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La exposición conjunta de las piezas en las que hemos intervenido mi hija y yo encierra el artista que éramos en ese preciso periodo en el que lo desarrollamos. Es una concepción del tiempo conjunta. El tiempo que delimita estas obras también encierra un proceso de producción y exhibición que nos acompaña a todos.

El tiempo pasa. Pronto mi hija habrá dejado atrás este proceso de creación y se habrá pasado a otro. Su escritura tendrá un sentido más cercano al lenguaje. En el momento de la producción de estas piezas la lectoescritura era parte de su aprendizaje de P5. Y la introducción de fonemas y letras les permitirá escribir y leer, de una manera quizás distinta a cómo aprendí en su día.

Lo mismo el arte. Nos vamos transformando con cada experiencia. El arte nos permite asimilar estos cambios y traducirlos en experiencias. Y también nos permite observar. Ver pasar el tiempo. O crear palabras y fonemas que no existen. Yuxtaposición de letras sin sentido. Quizás una expresión dadaista sin más.

Esta pieza contiene letras pero no palabras. El sentido no queda alterado por mi intervención, sino que simplemente se complementa con una cabeza, como veremos en la exposición, es una constante de lo que mi hija dibuja. La consciencia de uno mismo. Nuestro cuerpo. El otro. Nuestra relación con los demás. Hay un plano artístico detrás de todo el aprendizaje que nos lleva al lenguaje. Y el lenguaje artístico, como el matemático, son proceso paralelos que tienen la a mi entender el rango más elevado de lo que debemos asegurar como norma general para toda la población.

¿El arte puede transformar a un androide? Llegará un momento en el que los pensamientos del androide nos harán dudar. Como dudamos con Blade Runner.

Weitn for the Artist

Weitn for the artist

«Madurar es recuperar la seriedad con la que jugábamos cuando éramos niños.»

— Friedrich Nietzsche

“Todos los niños nacen artistas, lo difícil es seguir siendo un artista cuando crecemos.”

— Pablo Picasso

Weitn for the artist es el nombre de mi primera exposición. Se trata de una obra colectiva en la que hemos participado mi hija, Vera, y yo. No ha sido una situación planeada, sino simplemente una constatación: mi hija es artista, y yo he realizado el camino de vuelta para volver a serlo.

Mi búsqueda como artista, como sugiere Picasso, no es una tarea fácil para un adulto. En algún momento dejé de serlo. En cambio mi hija lleva la experiencia artística intacta desde que nació. Como Picasso, o como cualquier artista que se reconoce como tal desde joven, y se embarca en ese camino con una claridad que acompaña su obra desde el principio, o bien, desde el aprendizaje en las académias de las artes. El arte, de alguna u otra manera, necesita tener un espacio de iniciación. Y uno necesita interpretar aquello que se experimenta de manera intuitiva cuando, todavía niños, entramos en este otro mundo.

Pues yo he querido ir por el camino complejo. Me atrae la complejidad. Los grandes retos. La responsabilidad colectiva. Los escenarios. Las posibilidades de influencia. Las probabilidades. Los estados de la naturaleza. La emergencia de sistemas complejos sociales. Y así podría seguir con todos los temas que han transitado por mi mente, pero no aclararía ni mi método ni mi primera exposición.

La exposición me sirve para culminar esa espera agónica del artista que no se sigue desde pequeño. La vuelta atrás para saberse de nuevo artista. Y asumirlo. Asumirse a partir de la obra. Una obra coleccionable. Piezas únicas e irrepetibles que tienen el mérito de haber salido. De expresar algo. De insunuar. De divulgar. De protestar.

Mi arte y el de Vera confluyen en esta exposición. Para ambos será nuestra primera exposición. Porque mi camino como artista, esta espera acumulada, se topa con la manera natural con la que nuestro arte se expone.

Es un acto de madurez. Y también es un tributo a la intuición artística de quien no la ha extraviado. Mi recorrido me ha llevado a mi familia, a este encuentro con mi hija, en este punto coincidente de nuestra búsqueda como artistas.