Hoy casi vuelvo a morir. Esta vez a las 3:33. Una deglución definitiva cerraba las cortinas de mi show. Era este el momento final. Es aquí…adios. Desperté.
Ayer me ocurrió lo mismo. A las 4:44.
Mañana será a las 2:22.
El miércoles a la 1:11.
Y luego ya no habrá más.
Un día, una mañana, ya no estaré aquí. Y ya no sabrás lo que quería decir con lo que un día te conté. Quizás tampoco tenga sentido entonces. No puedo prometer que esto va a cambiar. Ni tan sólo que lo que creo viable lo sea. Se que mucha gente tiene ganas de cambiar el mundo, y que cada uno tira de su carro con su cruz. Cuestarriba. Y no todos llegan a la cima del monte.
Yo lo he intentado todo. Y más o menos las cosas me han salido. Llevo tiempo dando vueltas sobre el mismo gesto defintivo. Como si la vida fuera a dar un vuelco un día de estos. Tal día como hoy. Y a partir de aquí la cosa cambiará. A partir de hoy todo será diferente. No tenemos más porvenir que esa cuenta atrás hasta el día de nuestra muerte. Y eso cambia la perspeciva de vivir. Y de morir.
Hoy morí, otra vez. No es una metáfora. Me fui en ese último suspiro. Ese ronquido fatídico que habría despertado a mi amada de haber estado en el mismo lecho. No fue percibido. Tan sólo yo me doy cuenta de mi fragilidad. Un día ya no estaré. Y no habré concretado nada de lo previsto.
No tengo más tiempo que perder. Me quedan pocos latidos.
Mi vida cambió hoy.
Quizás por las prisas de morir.
No tengo más que ligereza.
Pero el tiempo es oro, y creí conveniente venir a dejar aquí, en donde no hay nada, este mensaje.
Siga usted hacía atrás y se encontrará de nuevo conmigo. En este estado. Con esta franqueza que no me pertenece. Si usted me lee, quizás es porque mi interés haya sido ya no estar aquí.
Quizás hoy sea un día especial. Mi madre compartió por whatssap un meme que así lo corrobora. Quizás cualquier día de este año se cumpla este presagio. Quizás una pandemia es el momento justo para despedirse. Por todos los que no tuvieron tiempo.
Deseo volver a hablar con vos. Que vos escuchés mi voz. Y que nos quedemos con lo que podamos compartir. Con lo que nos podamos decir. En este último suspiro. Como si el Jesús de Pasolini llegara de pronto a tu casa, a hablar de comunismo, literatura o fantasía.