Lee Juan Marsè, en un programa de TV3, en el 2011. Calor bajo los árboles. Voces que gritan nombres. Juan. Joaquina. Más gente viene. Recuerdo correr. Lanzarse al agua. Noches de libertad completa. La nostalgia de puertas secretas. Desnudo y disfraz. Arbitrarias escenas. Viejos sueños eróticos de nuestra adolescencia. Carmina Labra. Asturiana simpatiquísima. Subiendo la escalera con el culo en pompa. El último verano de nuestra juventud. Fue en el coche. No en Barcelona.
Pastillas y alcohol. La muerte de Jaime Gil de Biedma. La sordina romántica de mis poemas. Vengarte de mis sueños, por covardía, corrompiéndolos.
Busco que exista una correspondencia con las imágenes. Como una colección de cromos. Contruir una historia y que construyan algo.
Tu escríbeme una novela en Paris donde tengas una aventura con una mujer moderna.
Una novel sobre París. Algo que explicar. No se puede crear de la nada. Juan Marsé murió hoy. Y ahora le escucho hablar de sus años en Paris. La última tarde con Juan Marsé, desde el barrio del Carmelo, con la noción clara de ser la versión actualizada de un Pijoaparte que vino a esta ciudad a superar sus condicionantes sociales.
Chaval: espavila. De la misa has entendido la mitad.
¿Quién me abre la puerta?
No es moco de pavo.
Lo saco del taller.
Aquél muchacho, esta sombra.
Yo fui aquél muchacho, pero ahora solo tengo sombras. Un día yo también moriré, como hoy Marsé.
La cuina está plena de fums. Olors de refritos. El lector es tafaner, de mena. El tall del ganivet. Els autors a una certa distancia. Llegir-los. Alla està tot.
Últimas tardes con Teresa es el libro con el cual un tipo como yo puede soñar con tener un día la aventura de Manolo, el Pijoaparte, o bien, si se quiere soñar un poco más allá, elegir ser como aquél otro especimen de Barcelona: un escritor de ficción.
Gracias Juan. La literatura de la periferia se abre camino. Me inundan las dudas, pero me alumbra tu literatura.