La desnudez de los cuerpos: hombre, mujer; transición.
El cuerpo es nuestro templo. Todo pasa en nuestro cuerpo. Nuestra experiencia humana pasa por el cuerpo. Y como tal, el cuerpo del otro representa el límite cognitivo sensorial que nos aportan los demás. Pero no tenemos acceso a ello, a no ser que se nos abra la puerta. Y lo mismo pasa con nuestro cuerpo.
Pero dentro de los cánones del heteropatriarcado, el cuerpo de la mujer y el cuerpo del hombre no tienen el mismo tratamiento. Ni siquiera podemos decir que nuestro cuerpo nos ha sido presentado como una experiencia que debemos entender, cuidar y alimentar de una manera que resulte óptima para el resto de nuestras experiencias vitales. La capacidad de establecer una relación con el entorno, con los demás, con el espacio físico, con el sueño, con la razón de ser que hayamos encontrado para seguir adelante, o la relación con lo sagrado, lo que sea, requiere de nuestro cuerpo como vehículo para atender esa otra dimensión de entendimiento.
La desnudez propia es un tema íntimo. La desnudez en el arte es un tema que refleja los cánones de nuestra proyección respecto al cuerpo de los demás, y en parte también, respecto a nuestro propio cuerpo. Exponer los cuerpos desnudos, ya sea en una fotografía, o en público, requiere un acto de exhibición. Y también de seguridad. Podría ser hasta un acto de libertad. Mi cuerpo es mio y con él hago lo que me place. Porque el placer también es un sentimiento poderoso al que tenemos acceso todas, y que lo vivimos a través de nuestro cuerpo. El cuerpo es una entidad completa. Llena de gloria. Tal y como está. En su estado actual: vos sos perfecta.
Tenemos complejos continuamente. No nos vemos especialmente bien ante el espejo. Preferiríamos estar así o asado. Y dejamos que nuestra percepción nos nuble. Sin embargo, también hay una necesidad racional y emocional por pretender llevar un estilo de vida que le permita a nuestro cuerpo llevarnos lo más placenteramente posible, el máximo tiempo posible. Vivir plenamente. Vivir intensamente. Vivir acorde con lo que nuestro cuerpo nos permite. Sin llevarlo a límites que una vez sobrepasados no podamos dar vuelta atrás. O quizás, justo ahí, es donde hay que llevarlo.
La consecuencia de lo que nuestro cuerpo está dispuesto a realizar en un siguiente próximo de plenitud será gracias a que lo hemos preparado para un riguroso directo, en el que nuestra mente se ha llenado del espíritu que complace nuestra relación con nosotros mismos, y con los demás, en un llamado que nos permite sobreponernos al resto de pretextos y barreras para decididamente poner a nuestro cuerpo a punto para la gran gesta que tenemos delante.
Estamos listos para que nuestros cuerpos, desnudos o vestidos, nos lleven a experimentar el momento justo para aquella sensación inapelable de la gracia, aquí y ahora. Es como la sensación en la que Iniestra golpea ese balón que le pone Cesc, botando, y pum: ALLS.