Golman se despierta todos los días pensando en la portería, ya sea de cara a gol, o de espaldas. La espacialidad del terreno de juego es su especialidad. Es un juego de palabras que se descuelga como ariete que merodea el área, siempre al límite del caos, a punto de caer fuera de lugar, tentando a la defensa e intimidando al arquero.
Golman es un nueve impuro. Como su locura calassiana. Una impostura como todas las demás, está quizás todavía menos verosimil. Una hipérbole de la mítica historia que se contó un día al crear un espacio singular en otra dimensión dos capas por encima o por debajo. No le importó nunca importunar con su desmán. Es un man en toda regla, y en última instancia, si las cosas no huelen bien… corre.
Qué más se le puede pedir a un nueve. Y más todavía si es un nueve nuevo. Un nou nou, como dirían los ticatalanes. Casi un palíndromo, si reemplazmos «un» con un «uón». Un uón chileno. Un uón chileno que siempre podría ser tico. Como Golman, aunque él se defina como ticatalán, y por tanto, toda: ALLS.