Una meta determinada. 999 ¿999 qué?
La vida es así de imprecisa.
Y con estos burros hemos de arar. Así que no tenemos más. Aquí estamos, y de esto va la cosa.
No he llegado a constituir una serie completa de 999 pasos. Pero el camino se ha ido construyendo, y no estamos lejos de llegar. De hecho llegará un momento en el que queden tan sólo 99 por recorrer. En ese momento empezará una cuenta regresiva definitiva. -99, -98, -97,…
Y así hasta llegar al «count-down» final. La cuenta atrás. No deja de ser una traducción de un término que quizas, culturalemente, también copiamos de nuestra experiencia anglosajona. ¿Qué tanto de todas esas influencias nos han quedado y qué tanto ya son parte de nuestra propia identidad? ¿De qué identidad hablamos cuando nos definimos en términos categóricos de aquello que inequivocamente «somos»?
Yo no lo tengo claro. Quizás porque tengo claro que soy muchas más cosas a la vez. Y que quizás mi identidad ya hace tiempo que desbordó el embase en que debía llegar para ser lo que inicialmente debía ser. Inevitablemente ir más allá conlleva otro tipo de narrativas, némesis, circunstancias y aventuras, imposibles de imaginar desde el origen inalterado de las identidades inmaculadas y puras.
La transgresión para ser eso, y más, o más o menos, no deja de ser el último acto de rebeldía al que cualquier ser, sin importar de dónde provenga, quiera, o pueda, asumir para salir del «sí mismo» colectivo al cuál se le afilió en primeras circunstancias.
Who’s going to pay attention to your dreams?
The Cars
No podemos ir por la vida pensando que no pasa nada. Pasa. Y ahora nos toca hacer algo al repecto. Pero este sólo pensamiento puede incentivar la acción, o desmotivar cualquier tipo de revolución. Por pensar que está todo demasiado cuajado para desmontar la historia de violencia a la que nos quieren someter. ¿Quién? Las fuerzas que hasta ahora han sido beneficiadas por el juego tal y como está planteado. Más allá del bien. El mal pues.
Y ese mal tambien tiene la connotación de haber sido constituido a partir de un modelo de sociedad al que nos sentimos totalmente implicados con cada paso que damos. En un acto de provocación de ser quién decimos ser en nuestro acto-de-fe público: la red social. O nuestra identidad en la red.
No queda más que lo que nos hemos planteado que somos mientras el tiempo pasa entre nuestra intimidad, el espacio privado de nuestra familia, y la subsistencia que nos permite estar por encima del nivel de ahogamiento, o por debajo del agua, persistiendo en un sistema de opresión que nos provoca a ser «nosotros mismos» y a salir de la cloaca con un poco de motivación, y una buena dosis de positivismos pragmático, según el último gurú de una generación que se plantea todo como un devenir que lo tiene todo a su mano, y que de aquí, el último que cierre la puerta al salir.
Quizás somos corresponsables de este sentimiento de que no hay futuro posible para arreglar de arriba abajo este despropósito. No tenemos un plan lo suficientemente robusto para mantener la esperanza en un plano más global del que normalmente nos planteamos influir en el devenir del porvenir.
No deja de ser un juego que está desnivelado. La cancha está en pendiente, y nos cuesta mucho más a los que jugamos cuesta-arriba. Cuesta abajo juegan al contragolpe. Y la bola se acelera con más velocidad. La gravedad juega a favor. Cuando uno de los elementos que determinan el juego está sesgado por un criterio impuesto para determinar limitaciones al acceso, y sobre todo, que hacen caso omiso al sufrimiento de aquellos más desfavorecidos por el devenir social resultante.
Algo no va bien.
Y en esta línea debemos asumir una nueva perspectiva. Algo debemos ser capaces de hacer para cambiar las cosas. ¿Qué? Eso ya suele ser más peliagudo. Las narrativas de transformación y de revolución han sido asumidas por todas las agencias de marketing. Las marcas pues, nos venden que a través de nuestro consumo, ya estás cumpliendo con tu deber social para hacer el cambio. ¿Pero a qué cambio se refieren?
¿Qué queremos cambiar cuando nos referimos a una transormación?
Por aquí podríamos empezar para preguntarnos si estamos dispuestos, esta vez sí, a apostar por un sistema alternativo emergente.
Yo lo estoy.
Esta es mi humilde aportación, y soy muy consciente de que es una más de un montón que se pueden promulgar como la «re-hostia». No pretendo ser la hostia, aunque se me vea con una camiseta que apunte en esta dirección. La cuestión es si podemos comulgar de un cuerpo de un Dios que nos promueva a devenir en una dirección en la cual nos podamos sumergir en un espacio de conciliación resiliente y definitivo. Un espacio de transformación que nos permita seguir asumiendo somos esto, a título individual, y que a la vez podemos desplegar un camino NEW que nos lleve en otra dirección.
