Hoy vuelvo a nacer. Otra vuelta al sol.
Desde hace tiempo llevo dándole vueltas a lo que implica cada ciclo vital. Y estamos llenos de cíclos por todos lados, así como también estamos rodeados de trampas en el solitario que nos quitan la atención de lo que verdaderamente requiere nuestra ateción. Y así cada día.
Lo que vivimos colectivamente como una apertura a una sociedad interconectada nos ha cambiado a todos, de una manera global, sin que tengamos dispuesto un sistema que amortice lo que dicha transición implica. Las transiciones energética, digital, demográfica, migratoria, capitalista, extractiva, individualista… todas al mismo tiempo. Y nosotros, sin saber muy bien si nos toca opinar, declinar, dejarse llevar o renunciar.
El estado de ánimo particular se asemeja al estado de ánimo colectivo. Y a pesar de todo, lo que lleva a los adolescentes a tener una perspectiva más esperanzadora es seguir a los que les va bien, según lo pueden legitimar ellos mismos con los mensajes optimistas de los «ganadores» que tienen delante. El juego del dinero y de la vida que se despliega delante de sus ojos según los pocos mandamientos que les plantean los influencers a una sociedad pegada a un espectáculo en continuo movimiento.
Esto quizás era de esperar. Quizás llevamos ya tiempo en esta rueda de ratón. Yo especialmente. Y debo conseguir salir de una ve por todas para voltear de nuevo hacia otra destinación. Este es el estímulo de lo que considero necesario aportar a mi rutina. El llamado más allá de cumplir con un horario y con unas tareas que justifican el que me hayan contratado para el trabajo que realizo. Pero ¿a quién beneficia lo que hago? Esta es una de las cosas que siempre he tenido claro, y que nunca he sabido trasladar del todo, a aquellos por los que mi voluntad de romper con los dogmas preestablecidos se obsesiona con conjurar a un llamado colectivo: Tico Commons.
El Tico Commons es mi anillo, mi elixir de la juventud, el gran grial, el tesoro, la tierra prometida. Es un concepto repetido en la narrativa mitológica y literaria, que ha descrito mil veces la gesta de un héroe, generalmente un hombre, a romper con todo para llegar a la transformación del sistema en el que se encontraba sumido. Y sí, esta vez, inevitablemente por una involuntaria subjetividad, el héroe me lo guardo para el intérprete que quiero representar yo en la película que finalmente abra las puertas de este apocalipsis.
Mi viaje ha tenido varias complicaciones, varios niveles de aprendizaje y varias formulaciones fallidas. Están dispuestas delante de mi como un ejemplo a seguir para revertir aquello que no funcionó y reflejar aquello que en cambio dio algún fruto. El éxito de la cometida está también en la obsesión de seguir un camino que hace tiempo que tracé para mí: el futbolarte.
El futbolarte no es otra cosa que la fusión de dos mundos que aparentemente no tienen nada que ver. Y también es la formulación de una manera de asistir a una narrativa que me permite ponerme en el centro de una tensión literaria a la que nadie nunca ha prestado la atención que le doy yo al nombrarla. No se trata de una extravagancia simplemente para tener un momento en foco de su atenta lectura, sino más bien la noción de que debemos llevar a nuestro terreno la historia que nos hace irrepetibles. Y esta, con toda humildad, es la mía.
No es fácil salir del cascarón, pero esta vez ya no hay vuelta atrás. O más bien, por llevarme la contraria (que es uno de mis ejercicios favoritos), irá justamente hacia atrás. Cambiaré la dirección del tiempo y me refugiaré en los sitios y remilgos que en su día escribí para que un futuro yo recuperara, elaborara, y diera sentido a lo que es su momento, en el instante de la creación, dio luz a un despertar sin igual. El lector designado para ese trabajo soy yo. Quizás usted considerará que es una simple relectura, pero es que usted no ha visto mis libretas, ni leído mis metaestructuras Perecnianas, ni mi soliloquios al estilo de una caminata de Moo Pak.
Hasta ahora, que yo mismo doy el paso a la relectura. Hasta que por fin doy el salto a la edición de mis escritos. A la conclusión de algo que empezó en su momento, y que hasta ahora pretendo cerrar. Se acabó la búsqueda. Comienza el bootstraping.