Hacer reir es lo más sútil y pleno en esta vida. Si as hienas ríen de verdad debemos reconsider la manera en la que juzgamos su carroñería. La risa de un perro nunca es carcajada, y un gato nunca ríe. Un delfín lo peta, de ahí que lo encubremos tanto, hasta el punto de creer que su cerebro, más grande, funciona de manera más intensiva que el nuestro. O más bien, que lo que la mayoría de nosotros lo utilizamos.
El cerebro humano debería ser nuestra religión. O quizás nuestra revolución. La idea de promover una fábrica de ideas. Sólo para que salgan más seguido. Para que haya más de ellas. No importa su posición social, ni siquiera su utilidad. No necesitan siquiera ser graciosas. Sólo requerimos que sean muchas. Más de las que hemos pensado y expresado hasta ahora. Una sobrepoblación de ideas hacinadas en barracones durmiendo unas al lado de otras sin poder casi respirar. Demasiadas ideas para tener sentido alguno. Todas ellas, traídas al mundo sin haberlo pedido, y ahora olvidadas, dejadas de la mano de Dios, en una especie de pecera, de parque de diversiones caduco, al que ni siquiera Chevy Chase llevaría a su familia de vacaciones. Ideas que emergieron tras un brote masivo de ideas. La pandemia de las ideas. Eso es lo que venció al coronavirus. Una mano a mano entre cada uno de los virus que se replicaban tras invadir los cuerpos invadidos y penetrados sin a penas enterarse la nave nodriza.
En cambio las ideas, que parecían vencidas tras un momento inicial de júbilo y resplandor en las que las ideas emergieron a la superficie de la fama, cuando todo el mundo presumía de tener más ideas irrelevantes que los demás, y que a su vez, generaba un sinnumero de interacciones a sus ideas que se convertían en ideas reaccionarias a su vez, haciendo de la epidemia de ideas fuera más significativa que la actual pandemia.
Hasta que llegó el momento en el que júbilo dio paso al espiral de ideas violentas. Estas se juntaron, como siempre, para montonear al resto de las ideas. Las graciosas, las útiles, las sútiles no estaban capacitadas para hacer frente a las ideas proclamadas por los subnormales. Y estos, sin saber muy bien por qué, tenían las armas de su lado. Sin duda esa idea nunca se entendió muy bien, sino por la hegemonía que las armas, el dinero y la violencia habían adquirido en la idea reina del capitalismo. Las ideas de los buenos y las ideas de los malos se confundieron con las buenas ideas y las malas. Y todos fuimos víctimas de las ideas victimarias, o quizás más todavía, de las ideas victimistas. Las ideas confluyeron en las plazas, en los parques, en los bares, en las discotecas, en las escuelas, en las universidades, en los clubes, en las casas, en los pisos, en las alcantarillas, en las corridas de toros, en las cocinas, en las peluquerías, en las redacciones de la prensa del corazón, en las televisiones, en los poemas de la última versión de lo que escuchaban ahora lo jóvenes, en los banquillos de tercera división, en el área chica, en la mente de un demente, en la red neuronal abandonada en una regió incomunicada del cerebro, en un olvido voluntario de lo último que me dijo la enfermedad hiriente de quién fue, y casi ni recuerdo.
Las ideas comenzaron a cansarse de sí mismas. Entraron de manera súbita en depresión. No concibieron una existencia tan fresca como cuando salieron por primera vez a tomar el sol. Comenzaron a tener ideas de resentimiento, de desconfianza y de ansiedad. Ideas afirmativas que ya no conseguía arrastrar la atención de multitudes en silencio. Las ideas se sintieron oprimidas por el sistema que no habían percibido en un principio, y que sin embargo, ahora sabían que se había apoderado de su vida, dejándolas vacías, sin forma, sin sentido, y en ausencia de todo, esclavas de una sistema discursivo explotador extractivo. Se dieron cuenta que su presencia hacía girar el mundo, y que los poderosos así lo habían querido para que ellos sí vivieran bien, mientras nosotras, las ideas molonas, las ideas del pueblo, nos mantuviéramos calladas y sin representación en la comedia de las ideas. Pero ya está bien. Basta, gritó una idea indignada. No podemos seguir así, compañeras. El resto de las ideas se volcó ante la incitación de la idea revolucionaria a tomar control sobre su situación de indefensión y explotación. Nos han hecho creer que esto es vida, y no lo es. Y encima nos mean en la cara y dicen que llueve. Pues hasta aquí podías llegar, ideas subversivas. Ha llegado el momento de que tomemos en control de la situación que nos ha orillado a este sinsentido.
Vamos a necesitar que los que han sido beneficierios y palmeros del sistema actual se bajen del carro para poder relanzar el vehículo de la sublimación general del conjunto de las ideas. Ideas libres y soberanas. Una nueva era para las ideas más transversales, las más marginales, aquellas que no han tenido representación nunca, aquellas que ameritan que nos quitemos las máscaras y los velos de lo que nuestras ideas colonialistas, ya colonizadas e ignorates, nos dictaron de manera tanto explícita como inherente de la atmósfera que propiciaron. Habrá que perdir la reparación de las ideas que esclavizaron a las demás. El bienestar de las ideas privilegiadas se construyó con el trabajo forzado de algunas ideas de múltiples colores excepto el blanco, y a raíz de esa obsesión tenáz de la ideas extractivas de materias grises primeras. Aquellas ideas iniciáticas que nos llevaron a las ideas primordiales del orgullo capitalista, y el adoctrinamiento de las ideas normativas de los cacíques de las haciendas. Menos mal que las ideas filosóficas se libraron de debatir con las ideas religiosas que se escaparon de las constantes presiones de las ideas moralinas para nublar siempre la culpa sobre la epidermis de los cuerpos. Las ideas inmaculada del cuerpo de la mujer protegida de las ideas liberadoras de los ideales afirmativos de las ideas feministas del último despertar.
Las ideas es confundieron a sí mismas ante la irrupción de las ideas que venían revestidas de diferentes significados a lo que la apariencia les profería. Las ideas de la confusión nublaron el cielo que veló el horizonte de lo que parecía un amanecer. La oscuridad confundió una vez más a la luz, dejándola con una mueca singular que despistaba la idea del sentido que pereseguía. Las ideas se procamaron proclives a la idea obtusa del caos celestial. Lo que parecía destianar a la macedonía de ideas a un estado de infelicidad y decadencia definitivo, no fue más que la irrupción de la alteridad de un futbolartista en el plano surrealista de las dieas locales del otro lado de las montañas.
Las ideas de las olas siguieron palpitando en su intención por encontrarse en ese transe entre diversos con el que el agua besa a la arena. La espuma se pregunta si pueden salir. Y la idea de partir se cruza, por primera vez, entre las ideas concatenadas de una ilusión. No hay más espacio que para una última idea. La idea de un sinsentido con esmero. La insuficiencia de una idea pendular. No hacen falta más ideas, promulgó un insensato. Con las que tenemos aquí hay suficiente para subsisitr. No queremos más. Esto es nuestra destino: no querer más.
La idea de los pueblos sumimos.
La idea de que yo no fui.
La idea de que no va conmigo.
La idea de que no tengo la culpa.
La idea del allá ellos.
La idea de sucumbir a la reordenación de los muebles.
La idea de perecer y de no haber sido valiente para reconstruir la historia.
La idea de una historia cirular.
La idea de una mutación divina.
La idea de un ídolo marchando de casa, mientras nosotros creamos algo más grande, a pear de su ausencia.
La idea de volver a jugar futbol.
La idea de ganar un mundial.
La idea de convencer a una afición.
La idea de hablar con los demás. La idea de juzgar. La idea de morir.
Me fui perdiendo entre las ideas del sueño. Ya no tuve manera de mantener las ideas mientras las ideas de los párpados pesados levantaban un muro de contensión.
La idea del mistiscimo alrevés. La idea de la delegación de culpas. La idea de quién puede abrazar el tiempo. La idea de la plenitud simbólica y surreal. La idea de volver. La idea de partir. La idea de salir.
La idea de la pérdida.
La idea de la nada.
La idea de la caída sin retorno.
La idea del fin.
ALLS