Enganchado al desenganche

Hace tiempo que me vi envuelto en una paradoja tiempo-espacial. Me metí yo sólo en este problema y quedé atrapado para siempre en un universo circular. Mi incapacidad estructural para optar por la vía convencional me dejó para siempre dando vueltas sobre la misma espiral, que pese al movimiento eterno, me atrapa en el continuum del fracaso interesteral. Por tanto, la paradoja de mi descubrimiento me ata perpetuamente a su inasible circunstancialidad. Las leyes se despliegan por sí mismas y ellas mismas se entrelazan para culminar este inutil camino de vuelta.

De pronto ya estamos aquí. Otra vez. De vuelta a la creación. Una vez más nos tiramos a la piscina sin antes verificar si había agua. Pero ya es tarde. Sumergidos en la incertidumbre nos damos por bien servidos con subsistir. Tan sólo un día más. La desesperanza de no alacanzar, al menos hoy, la culminación de aquél camino. Nos plantamos en el fondo de nuestra soledad para aguntar la respiración debajo de aquél embrujo, sin saber muy bien si tendremos suficientes fuerzas para salir a la superficie a respirar. No llega a ser tan agobiante como para perecer ahí mismo, sino que intentamos llegar a ese límite que nos desbloqueé definitivamente. Esta vez no hay más oxígeno que podamos incorporar a la salvación de nuestra desgracia. No sabemos escapar a ningún otro sitio a pesar de que las ideas bajo las cuáles se despliega ese último suspiro vital se esconden para no boicotear una vez más la subsitencia. Parece mentira que siga aquí. Un día más sin haber llegado a morir, ni a ningún sitio especialemente brillante. Más allá de estar aquí. Que no es cosa menor. Pese a no ser ningún viejo anhelo. Ni siquiera una ilusión.

Nunca tuve muy claro cuál había de ser el camino que debía seguir. Sin dudal el seguido era el adecuado. Así que me fui por varias versiones de mi mismo. Con más o menos acierto, las puertas se abrieron y cerraron al son de quién parece que soy. Y las orquestas continuaron con fortuna la canción con la que salimos a bailar. Y pronto nos llevó la vida por más de una pista de baile a altas horas de la noche. Sitios en los que la electrónica y la noción espacial se confundían con la decadencia de persistir en un estado. Y no fueron caminos que consiguieran ensanchar el horizonte tras descubrir el último velo. Siempre había otro, más sutil, con el que nunca me había topado. La noción de que no iba a ningún sitio ya me perseguía entonces, como ahora, pero esta vez con más cintura para bailar las rolas que desentonan con la pauta con que mis piernas obedecen a la cadencia pertinente para mi cerebro, amo y dueño de la situación, pese a no estar nadie a cargo de las riendas.

No se percató la noche de mi engaño. Nunca fui volatil a la idea sutil de convertir la escencia de aquél conjuro en un elixir de manantiales que bajaban cristalinos por los ríos entubados que se precipitaban, río abajo, hasta desembocar, una vez más, en el mar. Este mar mediterráneo tan propio, tan presto, tan listo. No me di cuenta que quizás no pude navegar yo sólo el velero que me conduciría por fin a la isla de mi desembarco. Mi insularidad es pertinente para desistir a la idea plenaria de un esplandor continental. Lo que las ciudades capitales demuestran es qué singularidad se rige por las costas sobre las que se abren las aguas y la tierra, con esa fina piel de arenas milenarias. Ante cualquier situación, la frontera que peina la ola que se funde en la orilla, en una renovada tes tersa recién lavada, cara al sol, a la espera de la próxima ola prestos todos para reconfigurar el ciclo eterno, una vez más, en un solemne abrazo.

Así como un día me fui, otro cualquiera, un primero de septiembre, volví. La naturaleza de un nuevo curso trae consigo una alegría primigenia en el que este año, de alguna manera, nos transformaremos en algo más de lo que venimos siendo. No me quedan más dudas que las que guardé en un saco roto que arrastro desde que me despierto, y por el camino, desperdigo por doquier, con la certeza de que germinarán, algún día, en otro azaroso vaivén de oleaje mediterraneo.