La pandemia está suelta.
Miedo.
Incertidumbre.
¿Y si me toca?
¿Y si se mueren las personas a las que quiero?
¿Y si no salimos de esta?
¿El fin del mundo?
¿Escuchan las trompetas?
No tenemos llenadera. El temor nos moviliza. Mucho más que el amor. El amor es para instantes sumblimes que desaparecen. El miedo se queda en el cuerpo. Es más prevalente. Nos deja atónitos. Oh, temor, cuánto te añoraba.
Temes, luego existes.
Y se dan cuenta. Nos manipulan a su antojo. ¿Quién? ¿Quién está detrás de todo miedo? ¿Quién se beneficia? ¿Quién se aprovecha? ¿Acaso Dios Padre juega juegos de azar? ¿Libre albedrio? ¿Predestinados?
Me tocó el boleto premiado.
Ya llegó la muerte. Ha tocado el tiembre. ¿Quién es? Tu adorada amiga, contesta. Y la vida se petrifica. Esperamos que suba el ascensor. Nos costó mucho llegar a dónde estamos. Y ahora hay que dejar nuestra casa. El edificio en el que vivimos se hará eco de nuestra partida. ¿Sabes lo que pasó con el del ático? Se fue con la más flaca. Y nunca más va volver…
El tiempo nos susurra el canto sagrado que se consume… tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac…
Bienvenida muerte, no te estaba esperando. Pero pasa. Ya que estás aquí te voy a recibir como he recibido siempre a mis invitados. Soy un anfitrión que sabe asumir su rol. Siéntate. Ponte cómoda. Pongo un poco de música, algo de Leonard Cohen, quizá, y déjame te preparo un dry martini.
ALLS