Mercurio retrogrado: 27 de agosto

Es el año 24. El año del cambio, del salto cámbrico, de la traslación a nivel nunca antes visto de hiperconsciencia. No hemos llegado solos. Ni lejos. Tendremos que poner los pies en la tierra para no dejarnos llevar por el aliento de la emergencia colectiva, que de pronto, se postula como el ámbito de acción colectiva más sensible y razonable. O quizás como lo más disruptivo y creativo que podemos asumir en los diferentes niveles de autoorganización que el propio sistema se puede permitir, en momentos como este.

Mercurio retrógrado marcara el alineamiento de los astros de una manera excepcional en posicionamiento estelar de los planetas en nuestra efímera temporalidad despiertos en este alumbramiento, a diferentes velocidades e intensidades que el cosmo nos proporciona, desde nuestra diminuta indiferencia, hasta el más interestelar de las experiencias con las que asumimos esto: estamos vivos.

El tiempo sigue. Y nosotros decidimos dar un paso atrás. Un paso definitivo en la dirección contraria. O quizás un salto ortogonal que nos ayuda a desprender los pesos que inhiben que vayamos más allá de la membrana de lo humanamente asumible.

Ya hace tiempo que tenemos señales. Y nos hemos prodigado en crear historias que iluminan este camino astral. Pero ahora, la cosa se pone seria. O como mínimo surreal. Y de ahí que sepamos de qué manera actuar en el contexto en el que el llamado es tanto personal, como general. Para toda equis.

El modelo se plantea así: como una demostración por reducción al absurdo. Sólo que no la ejecutará una persona común y corriente. Lo hará una deidad olmeca. Creada aquí en la tierra. Por un enviado de Dios Padre. Que curiosamente, actua como múltiple agente. Aquello de los dobles agentes ya quedó en el pasado bipolar. En la polarización de los insulsos. En el odio y la violencia porque sí. Ya no más. Y desde esa península de amor reconstituido en enigma y en formato de último testamento, la palabra de Dios Padre se despliega enteramente en poesía vernacular trastocada. Un invento que el propio autor se acaba de inventar para conseguir con ello trasladar parte de la terrenalidad irresoluble que le consume, más allá de su linaje sagrado. Inmaculado e indiscutible.

Sea esta la parábola 99.

Y de ahí, de allí, iniciamos una cuenta atrás.

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