En la sociedad llegas a un punto en el que, tal y como está montado el juego, tu posición te deja a las afueras de la normalidad, excluido. Quizás vivir en la periferia de las reglas establecidas conlleve una doble racionalidad: empujar las fronteras más allá de donde está estipulado el campo de juego, y verificar las andanzas de los que deciden transgredir las reglas: para bien y para mal.
El hecho en sí no debería ser causante de la anulación de nuestra entidad como ciudadanos dentro de un marco legal que asumimos como común. De alguna manera asumimos que el juego limpio es la condición que se establece para que todos podamos participar en las mismas condiciones. Pero resulta que no es así. No es así del todo. Porque el terreno está inclinado y algunos tienen más tracción para ir cuesta arriba, pero lo peor, es que algunos sólo tienen que correr cuesta abajo, y anotar en la portería sur. El equipo de los «Sísifos» continuamente deben pillar su esférica y trasladarla, cual salmón, a contracorriente. Y encima el árbitro, marca las faltas que le apetece ver, ya que de alguna manera los colegiados tienen más afiliación a los que más beneficios otorgan en el lado negro de la sociedad.
Por lo tanto, ¿qué salida podríamos dibujar para un esquema como este? Sin duda, nos han pintado la necesidad de ser una sociedad de mentes puras, ya que los némesis se encuentran en el otro lado de la balanza, dando por el culo. Y puede que sea así. Dar por el culo es un ejercicio de patriotismo, sobre todo, español. No se puede ser sin dar por el culo. Es ontológico. Los españoles continuamente estamos removiendo el foco de nuestra ontología, porque somos culos inquietos, además de gilipollas.
Este tipo de afirmaciones quedarían muy mal si vinieran de un «no español». No es mi caso. Soy español, español, español. Mi pasaporte lo constata. Pero no se flagelen, todavía, que esto apenas comienza. Si les urge darme por el culo, apuntaros a la lista de sodomías y gomorradas por venir, que os aseguro que encontraréis que los 99€ de tarifa plana están más que amortizados. Si es que las mentes infinitesimales tienen un debilidad por el cuerpo sagrado de la imagen consagrada en el espejo. Selfie.
No quedan ya títeres con cabeza en este país. Pero no es momento del desánimo ni el desasosiego. Haremos con nuestros cuerpos inertes lo mismo que en su día hicimos para asumir nuestra transición como pueblo a la antesala de los marcados por la providencia para restituir el orden sagrado de humanidad sin culpa, gloria, o purgatorio.
Un viejo ángel de la guarda que tuvo relación con el ángel caído, siendo buen amigo, supo que había una especie de injusticia en el juicio de Dios Padre. Algo similar, le pareció al mismo Ángel, la mala prensa que se le ha dado a Judas «el elegido» cuando estaba dentro de su papel, acercar a Jesús a la gloria de Dios Padre, por los siglos de los siglos. ALLS.