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La exposición conjunta de las piezas en las que hemos intervenido mi hija y yo encierra el artista que éramos en ese preciso periodo en el que lo desarrollamos. Es una concepción del tiempo conjunta. El tiempo que delimita estas obras también encierra un proceso de producción y exhibición que nos acompaña a todos.

El tiempo pasa. Pronto mi hija habrá dejado atrás este proceso de creación y se habrá pasado a otro. Su escritura tendrá un sentido más cercano al lenguaje. En el momento de la producción de estas piezas la lectoescritura era parte de su aprendizaje de P5. Y la introducción de fonemas y letras les permitirá escribir y leer, de una manera quizás distinta a cómo aprendí en su día.

Lo mismo el arte. Nos vamos transformando con cada experiencia. El arte nos permite asimilar estos cambios y traducirlos en experiencias. Y también nos permite observar. Ver pasar el tiempo. O crear palabras y fonemas que no existen. Yuxtaposición de letras sin sentido. Quizás una expresión dadaista sin más.

Esta pieza contiene letras pero no palabras. El sentido no queda alterado por mi intervención, sino que simplemente se complementa con una cabeza, como veremos en la exposición, es una constante de lo que mi hija dibuja. La consciencia de uno mismo. Nuestro cuerpo. El otro. Nuestra relación con los demás. Hay un plano artístico detrás de todo el aprendizaje que nos lleva al lenguaje. Y el lenguaje artístico, como el matemático, son proceso paralelos que tienen la a mi entender el rango más elevado de lo que debemos asegurar como norma general para toda la población.

¿El arte puede transformar a un androide? Llegará un momento en el que los pensamientos del androide nos harán dudar. Como dudamos con Blade Runner.

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