No es que el futbol hoy esté más cerca que hace unos días. En el caso de Golman, todo se precipita de una manera exagerada en un plazo de nueve días. Esa es toda la historia. Si no ha sucedido hasta ahora es porque no era el momento. Ahora lo es. Ya no puede ser verdad. Por tanto, cual postverdad, mejor.
No se trata de un ingenioso plan para salirme con la mía, como si del follonero se tratara. Se trata de un guiño a las paradojas, como si con una sola nos pudiéramos valer todos para asumir una existencia nueva alunisono. Todos a la vez. A la voz de ya.
Si algien necesita un poco de preparación, quizás, no sería problema, se podría organizar una cuenta atrás. Pero el desencadenante es definitivo. Todos ganan en el procomún desenvuelto. De pronto la voluntad de la narrativa posterior se avanzó a todas las demás. Con gracia cámbrica. Como si supiera de de sistemas complejos y de emergencias. Lo vais a flipar. Lo se. Ya estaba listo el terreno. El juego, limpio, está en el detalle con el que nos tomamos el día a día de un caprichoso esquema universaloide.
Nunca lo conseguiremos. En esas estamos. Y si un día, de pronto, todo se alínea. Debemos estar listos para eso. Y asumirlo como una película nueva de Lars Von Trier. Hay que ir. Verla. Arremangarse. Las sensiones de lo extremo que puede estar constatada nuestra insignificacia, repugnancia, contradicción. Todo en uno. Uno es el demonio, y se complace. Y así nos quedamos más tranquilos.
El hacer y deshacer. Yo quiero todo. Como todo nueve. Ganar no es una opción. Es la única. Alguna mierda así podrías pensar el día que te vendes a la marca más exitosa del momento. ¿Qué sentimiento explota? Perturba a un autómata con fama para que haga ver que lo que piensas se puede hacer chiste y frase con su charm natural. La gente entiende la ficción, aunque sean comerciales. Aunque sean arte. La mezcla de ambas es una confirmación del POP en el arte contemporáneo que de pronto se puso super conceptual, y se alejó de lo que fue, que ya no es jamás. Excepto por los hiperrealistas. Que chido. Pero chale. Yo sólo creo que mi complejidad se da mejor en un plano totalmente nuevo que me deje explotar mis avenidas de desarrollo personal y artístico para desbordar los toboganes de las emociones al límite del caos. Mi personaje siempre fue el mismo. El futbolartista es la nueva marca de la fusión de dos cosas aparentemente distintas. Que no cazan. Pero en España todo caza. Hasta los opuestos. Hasta las contradicciónes. Hasta las obsesiones de familia. Hay machos que aunque muchos no montonean y tratan a la mujer afirmativa sin lamentables muestras de su inseguridad de macho alfa y sus celos de hombre. La presa. Cazar. La escopeta nacional.
El humor que no entiendo quizás se me escapa por ser de otros tiempos. Entender a los republicanos implica intentar asumir y empaparse de la historia de los exiliados republicanos en su vida en el México de Lázaro Cárdenas. Los señores de las instituciones de los cuarentas. La izquierda de la revolución que llegó cuando llegó, y se esfumó cuando se fue. Y luego vino ese PRI cabrón. El que se mezcló con Televisa, y los empresarios, y las familias con varo de cada sitio. Y todos tieron sus cartas a los que repartían el poder. Y sí, nos hicimos con nuestras mordidas. Se mocharon y nosotros fuimos los que bailando repartimos el Botín. Lo que quedó de él. Luego vuela. Nunca veo el cheque. Se pierdo en inconstancias. Me se feliz. Pleno. Lo fui entonces. Y lo documenté. En su día. En aquél acto. En aquellas palabras.
Ahora sigo. Me muevo como el gallo cante. Y nos entendemos con los ojos cerrados. Como Lio con Golman. La cosa era conseguirle un compañero de mate a Messi. Si se va Suárez, ese puesto está vacante. Y debe ser alguien que entienda lo que uno nuevo debe asumir de la cultura local en la que se inhunda como un erudito de Matrix. Se cargan los canales. A ver. Pose.