Qué alegría tenía en el corazón aquél profesor de la facultad que optaba por vivir bailando. Y explicar sus teorías en la clase de cualquier otro nombre. La expresión de aquella humillación a los alumnos que están ahí para salir del estado de confort en el que se encuentran en esa tierna edad. Y claro está: la posibilidad de ligar.
El arte del piropo popular era uno de los puntos fuertes del profesor Froylán. Sus alumnos le reían las gracias, y sus alumnas, se sometían a la jocosa exhibición de misonginia que se practica en las aulas magnas de la facultad de la casa de estudios más grande del planeta. O del continente. El nuevo pues. El continente que queda tras la revolución de los tiempos y los espacios. Como el profesor Froylán pudiera anticiparse al momento histórico de la consumación de la sociedad tras la revolución. El despertar en el mundo feliz del fin de la historia. La interpretación artística de nuestra metáfora liberadora. La respuesta social a todas nuestras demandas. Así como si la vida se tiñiera de fantasía de la Facultad de Ciencias Políticas y Comunicación. Así como si uno de sus heméritos profesores diera finalmente con el llamado a la revuelta que pone fin a la espera de nuestro momento revolucionario demencial: vámonos a la calle, raza: esta es la venida del Señor. Apúntense al bacanal. La moral ha muerto.
La ficción puede permitirse estos arrebatos de guion. El guionista puede permitirse estirar las fronteras de la sociedad. Por la necesidad que tenemos de transgredir la norma. Como si fuéramos a ser juzgados por esta única intransigencia. Nos han pillado. Somos culpables. Lo sabemos. ¿Ahora qué? ¿Quién empuña el fusil? El batallón de los 99 verdugos empuña el arma que carga la madre superiora. No hay extremaunción. Ni perdón.
Satanás: baja y llévate a este desgracia. Pero ya. Órale, puto.
El profesor senil tiene sus gestos de amoríos tardios. En realidad se trata de una situación neurológica de las personas mayores. Están frontalizados. Pierden el pudor. Quizás nunca lo tuvieron. Ese es otro caso. Pero al llegar a un punto, no lo pueden evitar. Menos aún si son el fiel reflejo del heteropatriarcado que los puso ahí. Aquél que celebró sus logros. Los méritos de un hijo primogénito de un hacendado que fue tan sólo rico. Sin carrera. A esta nueva generación de estudiosos. Ese abismo entre unos y otros. En el punto más noble de la sociedad de los cacíques, el amo es un tipo con un doctorado y un cátedra atada a una plaza vitalicia que se vive intensamente cada verano cuando llegan las alumnas al primer día de clases.
Los alumnos dan un poco igual. Habrá algún tipo rápido y sagaz. No falta el que quiere demostrar que ya ha leído todo lo que un intelectual debe haber leído. Los adelantados. O los que se ligan a las alumnas. Y son todavía más directos. No se les puede permitir asumir esos roles de poder. No estando yo delante del mando único de la pandemia. El estado tiene una cabeza bícefala. Las estructuras del estado autónomas se rigen por sus propios códigos éticos. Como si evadir impuestos y ganar pasta ganza a costa de intermediaciones en situaciones de las altas esferas de los negocios en los niveles de alto standing.
El dinero y el poder. Dos cosas distintas. Froylán tenía una pero no la otra. Lo contrario que el Froylán de la casa real. Eso es justo lo contrario. Dinero sin poder. O poder por la familia. Froylán el caliente tiene su poder por la estructura universitaria que le da la facultad de enseñar a su manera. La libertad de cátedra es así. Pese a que pueda haber quién nunca entendiera que no se amonestara por las flagrantes entradas por detrás que el erudito profesor lanzaba a las muchachas del salón. La cultura del machismo en México es la de quién exhibe su poder frente a otros machos que le aprenden las gracias. La sofisticación del dominio de la mujer pasa por poder aplicar los mismos chistes que el profesor explicaba pero con la noviecita. El chavo que iba a la clase, un macho heteropatriarcal que le reía las gracias al profesor misógino, y que a su vez, en otro contexto, y con un juicio que no interesa saber si era reprobatorio o incentivador, ya que el pecado es titularidad exclusiva del que ejerce el poder del macho alfa en la representación de la sociedad hetoropatriarcal en una de sus fugas más excéntricas: la formación universitaria reglada, pública y gratuita.
El profesor Froylán tenia 71 años. Alejandra 19. La tensión sexual se percibe a la distancia. O quizás por la distancia del nacimiento entre uno y otra. La facultad de saber cómo piropear en los límites de lo delictivo. Ese deporte popular mexicano que de ser penado no quedaría macho alguno en la ciudad. No quedarían hombres pues. Todos culpables. Los machos mexicanos son muchos. Ni tan machos. Pero muchos. Casi todos. Por no decir todos. Así les fue enseñado el decálogo del macho tradicional.
- No chille.
- No te la jales.
- No sea marica.
- No seas puto.
- Si como las mueves las bates, qué rico chocolate.
- Mamacita.
- Por esta, hijo. Guadalupano; y de rodillas, eh.
- No chingues.
- Chúpame ésta.
- Sí te meto la verga.
El macho no es un tipo refinado. Es un tipo más bien soez. Es un tipo del pueblo. Lo popular es lo vulgar. Lo vulgar es lo bonito. Lo naco es chido, y lo chido es naco. Es un viaje de ida y vuelta y la botellita de jeréz siempre tuerce todo patas arriba. Alrevés. Es duro sobrevivir en la calle del infierno. Ahí sólo los que son libres de verdad pueden rescatar el embate de las vergas más vergas del barrio popular. Se trata de un grito perdido en la colonia. El acto de sobrevivir al barrio. De ver mundo. De pasar a otros contextos que me liberen de esta cárcel en la que vivo. La gente, de por sí, está condenada por el distrito en el que nació. De ahí nunca podrás salir. Esa es tu cruz.
La universidad dignifica. Da una oportunidad de abrir una puerta profesional que nos empareja con los profesionales del conocimiento, de la ciencia, de la tecnología y de las artes. Las ciencias de la política y de la comunicación. El periodismo por bandera. La cultura como sitio de encuentro para incitar a la revolución. Teoría del discurso debe establecer las lecturas que nos den la pauta para entender por dónde vamos a soltar los hilos de la propuesta que desmonte los mitos del corrupto sistema que nos aniquila sin piedad. Señoras, señoritas, señores, señorito, viceverso, lo que aquí estamos tocando está en el centro del debate social. Y también su solución. No se por dónde van a ir los tiros. Aquí cada quién apunta con su fusil. Nos vemos abocados a responder con la pertinente queja de aquello que aconteció en aquél contexto de mi juventud. Y su senectud. Nos vemos obligados a ponernos en el lugar del otro. De interpretar las palabras. Y los contextos de una situación de abuso de poder, de coqueteo, y de desafortunadas palabras. El macho cuando la caga se ha pasado tres pueblos. Y dice no poder evitarlo.
Un día un macho con poder irá a la cárcel. Las denuncias llegarán de todos los sectores de la sociedad. Los tipos menos pensados han sido capullos auténticos en al menos 9 ocasiones. Y cada una de ellas tiene a una mujer como víctima. Hagan sus cuentas. El ejemplo de multiplicación de los panes en las bodas de Caná será sustituido por la metárfora multiplicadora de las mujeres acosadas por las nueve oportunidades desaprovechadas por el macho genérico para no caer en el pecado capital de todo macho alfa tradicional. El macho ibérico como modelo mundial de cómo debe ser un hombrecito de verdad. Uno de los buenos. Uno de los nuestros. Con un par de cojones. Un cazador de elefantes que a los 71 todavía se le para para una última conquista viril en medio de una intermediación en las altas esferas de la sociedad. Los que tienen pase de rey no van a abandonar lo que dice en sus targetas de presentación cuando acuden a las sillas en las que te sientas a partir el pastel de la repartición de los dividendos de nuestra explotada civilización. Los amos del capitalismo no están dispuestos a dejar volar a la gallina de los huevos de oro. El tribalismo de los que más tiene no nos debería de extrañar, así como tampoco nos debería extrañar que tan sólo baste una última revulta para reestablecer los pesos y contrapesos de una nueva sociedad: NEW society.
Hay dos tipos de conquistas de un seductor. Es muy probable que ambas sean de la escuela de los machos. Pero en todo caso, una de ellas utiliza una ventaja competitiva natural de los que son «bien parecidos». Los denominados «caritas». Y alguna ventaja tienen los que tienen buen cuerpo. También se debe considerar como una ventaja un subconjunto determinado de mujeres que aprecían en exclusiva las vergas gigantes. Un vergonononón siempre es una cualidad atípica en la muestra de machos por ahí esparcidos. La mayoría de los machos son de picha más bien menuda. La taxonomía de los machos más denigrante es la que utiliza en tamaño de sus penes para mortificar a los de pene pequeños y para enaltecer a los machos que encima tienen una polla de oro. Y si son caritas, ya ni te cuento. Un macho carita y con dinero tiene una carta blanca para acceder a ciertos sitios a los que ningún otro macho puede acceder. El elemento trascendental del machismo es si la mujer nos abre la puerta o no. Es ella, y sólo ella, la que tiene ese poder. Por tanto, el macho seductor puede valerse de dos estrategias: la de la servidumbre al sistema tradicional del macho alfa heteropatriarcal, o bien, acceder al mundo de quién intenta seducir a una mujer con una infalible mezcla de libertad: la insolencia y la risa. El profesor Froylán pertenecía a este último grupo.
Pero la línea es muy delgada. Pasarse de verga es bien fácil. Y hacerlo por costumbre también es popular. El macho más riata es que se vanagloria de su desface. Estoy bien pinche calienturiento, ira. Y se va la verga tiesa a… ira. Y se produce un momento de erección no bidireccional. Las erecciones de una sóla vía no suelen conducir a situaciones fáciles de gestionar. Para nadie. El calor ya ha elevado las apuestas. Y la condición del siguiente paso están en otro contexto anterior que ya saltamos. No hay cabida para una reconstrucción de los hechos. Lo hecho hecho está. La única posibilidad es desescalada. Y la ofensa se puede disipar si la actitud del abanderado se sostiene en gesto de transitividad al desarme. La violencia siempre ha sido del macho. Al menos la que nos compete. No quitemos el foco de dónde nuestro sistema nos indica que debemos profundizar. Las heridas de los posibles hechos delictivos. ¿Estás list@ para juzgar? ¿Estás list@ para jugar?
La posibilidad de una malinterpretación es muy alta cuando se tocan temas sexuales. La apertura mental también nos hace acceder a situaciones límite que no hemos estimado en el contexto social que conocemos. No sabemos nada más que nuestra moral en continuo juicio de mis más bajos instintos. No puedo evitar ser lo macho que soy. Ahora más ibérico que nunca. O querría decir más íbero. Como si los acentos importaran. Al menos para los locales. Y podríamos ahora cambiarlo todo. Volver a empezar. Dejarnos llevar.
Alejandra aguantó bara y luego se dio cuenta de que había sufrido un abuso secual y de poder. Y que hoy la cosa no iría así. Aquí está su relato. Nueve años después. Y desde una posición más afirmativa de quién responde a su agresor.
Ahí los tienen. Las dos historias se miden desde la subjetividad de los recuerdos. Y desde las plazas de poder que cada uno de nosotros transitamos. El gesto de nuestra posición y nuestra intención. Los gestos sexuales en contextos asíncronos. Meter la pata. O tener un piquín que bebe de la gracia de una cultura popular, que por más que también sea heteropatriarcal, no debemos colocar en la hoguera de los Weinsteins.
¿Usted, macho, qué opina?
¿Usted, señorita?
¿Usted, señora?
¿Usted, transexual?
Es delicado. La víctima. Te creo. Lo delictivo. Lo pueril. Lo sibilino. Lo impúdico. Traigan al jurado popular de la moral recatada. Me parece un caso para visualizar entre el jurado de sátiros y el popular de la moral recatada. El jing y el jang. La ecuanimidad de la razón sopesada con el paso del tiempo. Mientras nos hacemos viejos y verdes.
En el imaginario del profesor Froylan, lo que en realidad le habría parecido revolucionario es que una de sus alumnas le contestara: «No, profe, tómese su pinche jugo. A ver qué le parece este otro truquito».