Primer día de trabajo de septiembre: eterno retorno

El primer día de septiembre en España reinicia el sistema. Es un acto colectivo de volver a empezar que tiene un gesto climático que le acompaña: el calor tremendo del verano ha comenzado a disipar. Y para ello, la vestimenta y la puesta en escena ya es la de lo que nos queda del año: enfilándonos a las navidades.

Los años pasan rápido. Siempre al mismo ritmo. Un ritmo al cuál como humanidad nos hemos acostumbrado gracias a darle vueltas al sol con la misma cadencia. Es una insistencia que nos denota un equilibrio estable que tiene su historia propia con el resto de cuerpos celestes en el espacio, más puntualmente ligado al equilibrio de los planetas que conforman nuestro ecosistema solar.

Y el sol vuelve a salir. Y nosotros también.

Nos reencontramos en la ciudad y volvemos al trabajo. Las clases vienen después. Las familias se preparan. Igual que las escuelas. Pero eso vendrá después. De momento la transición es más de la playa a la oficina. Y toda la familia se mobiliza. Aquí el encanto.

Hace 22 años volví a reiniciar mi vida en un primer día de trabajo en septiembre en Barcelona. Volví para quedarme. Con dos maletas, de las cuáles, una no llegó. La de la ropa de trabajo. Volví a empezar y me reinventé. Volví a ser el nuevo.

Esta sensación, la de ser el nuevo, así como la de volver a comenzar, no me han abandonado nunca. Me convierto en este ser itinerante. Cada día de nuevo comenzar. Y volver a ser el nuevo. Y de este ciclo volver. Y tener la ilusión de transitarlo. Una y otra vez. Con el sentido de estar aquí. Presente. Volver. Volver. Volver.

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