No puedo salir
Vivo en una contradicción.
Me entinguí hace tiempo.
Soy un macho tóxico.
Un egoista confeso.
No pienso más que en mi obsesión.
Y me obsesión me domina.
Y me somete.
Y estoy perdido.
Si no estoy contigo.
Pero contitgo estoy.
Siempre.
Siempre y cuando.
Sin cuandos.
Sin siquiera aquí.
Omnipresente.
Sin ostigarte.
Porque el vínculo es libre.
Y aquí estamos juntos.
Pero no hay liga alguna que excluya que esto que aquí hubo no quede en nada.
Porque todo acaba.
Y seguir es complicado.
Y saberse uno inapto.
Creerse uno eterno.
Tropeza contra la misma piedra.
Creer que Dios existe.
Entender cómo la volvemos a cagar.
Porque uno es su pecado.
Y eso no se borra.
Ni se esconde.
Se matiza.
Y se delira.
En un himno sordo de un sumbido eterno aquí en mi corazón.
Aquí estás vos.
Aquí estás vos.
Sosteneme el corazón.
Es tuyo hoy.
No dudes ven.
Me adelanté y fallé.
Estoy harto de levantarme.
En realidad de tropezar.
De no estar fino en el andar.
De limitar el límite de la constelación.
De congelar el tiempo.
De mirar atrás.
De recorrer la ruta.
De encaminar la contienda.
De esperar a estar despiertos para levantar la muralla que nos separa a todos del porvenir. Ese etereo sentimiento de comunión entre todos, hacia una consciencia viva, de un ecosistema emergente. Que nos permita vernos a las caras de la reinvención de lo que hasta ahora habíamos creído. Y resulta que nada de eso es verdad. Que todo es una farsa. Que no soy quien soy.
El más allá después ya no era nada.
El infierno hoy está aquí presente.
En este abismo nuestro.
Mi reiterada piedra.
La sustitución de lo que ata.
Re-lata.
Des-ata.
Arre-bata.
Esto me va a desgarrar.
Y puede ser que ya no tenga tiempo de redenciones.
Que un día de estos ya no esté.
Y que no haya aquí un acuerdo.
Que somos egoistas.
Por más que queramos esforzarnos.
Un día menos pensado recae.
Y la caga.
Y se hunde.
Ese día escriba.
Redima su incompresión.
Dejé de pensar en usted.
Haga algo por contribuir a su exigua felicidad.
Amamante al bebé.
A no. Eso no puede.
Es un ajeno a la mujer.
La experienca no vivida.
El relato silenciado.
Mi despreciable contribución al heteropatriarcado.
El hombre es egosita.
Punto.
Es así.
Nos entendemos.
Y las mujeres vibran diferente.
Es otra noción de comunión.
Y entre ellas todo es paz.
Y eso se siente.
Y se ve.
De una manera distinta.
Los hombres y las mujeres hacen cosas.
Son ticatalanas.
Un emergente ser-en-el-tiempo-reconfortado.
Ahímismo-aquí.
Egoista de cojones.
Amputado emocional.
Farol espiritual.
Pedazo de boñiga.
Excusa de papá.
Fugaz desguarnecido.
Basura popular.
Jonki malnacido.
Veyandateacagar.
Dejaste de ver a quien tenías delante. Le intentas dar vuelta a la tortilla. Sos vos la que me ves distinto. No he ido a ningún lado. Aquí estoy más acá que nunca. No me fui de aquí. Volví. Fui al límite del caos, lo confieso. Esto no lo puedo ya negar. Aquí tengo la evidencia. ¿A dónde íbamos a parar? Si no hacía yo este torpe gesto, no habría tenído cabida esta disculpa. Mea culpa, mea culpa, mea culpa, mea grandísima culpa.
Yo soy un caso perdido.
Un muñeco roto.
Irreparable.
Partido en dos.
Dividido.
Nemesitado.
Yo soy mi némesis y he venido a presentarme .
Me di cuenta de mi traición.
Juego en un campo minado en mi contra.
Mi fatídico destino estaba marcado por una contracción.
El destino del escritor es depositar oculta su intención en una bomba que catapulte la historia a la verdad.
La intención de una verdad.
Porque en el resto de la vida no la veo.
Como si se pudiera construir estar así: libres, plenos, ausentes de egoismo.
Y pensás en los demás.
Y dejás tu cuerpo de estar así.
Perdido.
Desconectado.
Sin nada que decir.
O tiempo que perder.
Y compartir la noche juntos.
Que estamos sólos por fin.
Y vas y tropiezas con tu piedra.
La maldición de tu presencia.
La vileza de tu montaje.
La metamorfosis a mal.
Dorian Grey de pacotilla.
Imitación de ave tropical.
Curandero de dioses inexistentes.
Solidario charlatán.
Artista de la nada.
Evasión de bienestar.
Culto al fracaso.
Hipòtesis de homo.
Claudicación de la paciencia.
A la hoguera sin dudarlo.
El dedo romano sobre la decisión última sobre la vida de un esclavo dispuesto a la decisión de una turba en estado de éxtasis de fiesta mayor en la mejor de las compañías de las personas con las que atiendes a la cultura propia de las familias, las parejas, los amantes.
Te dejé y me fui.
Volví peor.
Me perdí.
Me reencontré.
Me ubicaré.
Estoy aquí.
Nunca me fui.
Aquí viví.
Y me olvidé.
De bajar la basura.
De hacer de comer.
De ir la compra.
De llevar a Vera.
Recogerla.
Alimentarla.
Desarrollarla.
Amarla.
Facilitarle su progreso.
Las tareas de la vida.
La enseñanza en familia.
Los valores del presente.
Las maneras de ser.
Las dolencias.
Los cuidados.
Escucharte.
Apapacharte.
Pensar en vos.
Suspender el ego.
Estar presente.
No en tus pinche mierdas.
Te vas ¿a dónde?
Si allí no hay nada.
Ni Dios existe.
Ni ser eterno.
Ni estar presente.
Ni ser estafa.
Ni causar martirios.
Ni desperfectos.
Ni corajes.
Ni males de cabeza.
Ni microviolencias inadecuadas.
Ni vómitos intespestivos.
Ni excesos radicales.
Ni falsedades econtradas.
Ni asedios al poder.
Ni poderes ominiganadores.
Ni sustancias ejemplares.
Ni estados más puros.
Ni verdades universales.
Ni canciones que no terminen.
Ni rap sin rima.
Sin grima de rape.
Si derrapar el mimo.
No corras ne.
Escucha mis sentidos.
Vamos, ven.
Ven, vamos.
Vamos; ven.
Insisto: soy culpable.
No soy un chico tóxico.
De esos gilipollas que hay.
Que son mis némesis también.
Y a mi me toca ser el tuyo.
Vos no me odiás por como estoy,
sino por lo egoista que soy.
Porque vos y yo no podemos pertenecer a esta misma sintonía.
Es una contradicción sagrada. Necesaria para ser eternos.
Mi amor, sin duda no había podido explicartelo mejor.
Esto no es más que una contradicción. Un acto en oposición a lo que debería ser, pero ser así un espacio que rellenar. Por la intención de la existencia justo del espacio compensatorio en las antípodas de lo que ese miserable momento en el que te hice sentir de esa manera en la que me dijiste que duele estar conmigo cuando como ahora estás en otro sitio, en otro estado, en otra dimensión. En una especie de fuga que viene de la herencia sin razón de las costumbres familiares de un amigo cuya lectura te afectado de tal manera que ahora existe en los pretextos heteropatriarcales para meterle literatura a mis culposas muestras de majestuosas maneras de sabotearte tu mismo el tiempo que tendría que haber estado listo con otra versión de quién yo estaba pretendiendo que ser entonces. Y estar ahí. Así. Aquí. Mal.
Esa fue la versión de mi que desechaste.
Me sentí YO el onfendido.
No le pude dar reverso al argumento.
Estaba yo perdido ante las circunstancia inapelable de la tarjeta roja de nuestra relación.
Hasta aquí.
Estoy harta de ser la única reponsable de los exhimios momentos de apariencia de felicidad que parece compartimos en el porvenir tan angustioso que hemos labrado para bien o para mal de nuestras circunstancias particulares.
No tengo perdón de Dios.
Fui yo el culpable y no otro.
Fui yo el culpable y no otro.
Fui yo el culpable y no otro.
Fui yo el culpable y ahora miro de enmendar mi acto de absoluta ineptitud.
Soy un inepto de cojones.
El peor de los mismos.
Ni eso supe progresar.
Me estanco con mi sombra.
Toda poema una ilusión.
Todo recurso, pantomina.
Esta es mi manera de cagar.
Soy un tóxico cualquiera.
No es pecado predecir que sufriremos.
Hacemos daño a las peronas que queremos.
Enmienda el camino cuanto antes.
Se más consciente de los dos.
Se más consciente de los tres.
Se más consciente de los cuatro.
Se más consciente de los cinco.
De los seis, siete, ocho y nou.
ALLS