Creo que no hay otra pregunta más importante. La mujer como sujeto. La protagonista de una historia de sugestiones mutuas. La seducción como hilo conductor de un enigma que se traza entre miradas y cuerpos que se perciben cerca hasta que de pronto se subliman todas las fronteras. El principio de individuación sucumbe. Nos fundimos en la otra persona. Hablamos siempre de personas. De ahí el femenino para referirme al género global.
La globalidad de todo era masculina. Como regla general. Marías dirá que veo fantasmas. Pero no quiero caer en la misma precaria intelectualidad que los dos bandos de la dualidad española. Izquierda/Derecha. Podría definirme como un extraterrestre de otro lugar lejano que nunca ha tenido que ver con este territorio. Como si su cultura y su lengua me resultaran super lejanos. Como si entendernos nos fuera a costar una eternidad y 99 pateras en la costa ante nuestras rutas marinas para veranear. El eterno contraste de nuestra realidad dual. Lo que vemos según la vara con la que medimos. O cómo ubicamos nuestra familia respecto al resto de familias del reino. No es lo mismo ser familia real que familia plebeya. Ni que familia surreal. O familia supercuidadoras. Todas son familias, ninguna como la monoparental, que debería ser monomarental. La mujer y el hombre. Hay algo en la dualidad es a su vez incluyente de la suma de todas las opciones, como alienante heteropatriarcal y machista, al concevirse, cual Dios Padre, en la única voluntad por encima del resto de las creencias sagradas sobre la mesa virtual de nuestra cultura humana.
Cultura humana desde la capitalidad urbana de un nuevo tiempo postnacional: la república nueva banana. ¿Por qué no una república de este tipo, Puigdemont?
Es una oferta que viene desde una tercera vía hasta ahora inexplorada.
Viene del gótico mismo. Desde la raiz del problema. Desde nuestra propia contradicción. Desde la noción de la insolencia de quién nada debe, y nada teme. Hasta que Dios se ensañe y me mande las plagas que necesite para aniquilarme, por su sanguinaria perspectiva de la muerte que justifica el comercio de armas y la cultura blanqueada de la guerra y la violencia que se nutre del miedo para crear tanto la oferta como la demanda de los mecanismos de protección a los miedos alentados por las campañas de marketing de estas entidades que por su parte externalizan la factura moral a los malos de otras latitudes. Porque los malos locales son muy nuestros. Es nuestro barrio desde el que se vislumbra la cúspide del capitalismo. Los que disfrutan del bienestar de las buenas familias. Las 99 familias privilegiadas de mi ciudad capital.
Uno viene de México. Ahí se interpreta la capitalidad de una aprte del continente. Al norte de México todo cambia. Es otro juego blanco y negro. Es un mix que nunca nos dejarán interpretar como nuestro a no ser que nos pongamos a escribir en inglés como locales venidos a más ante la dinámica creciente de convertirte en un sueño americano guajiro. Como si pudieras ser un autor americano maldito. Esa literatura que dicen tener. Esas ideas convertidas en libros. Esas temáticas que lideran los mercados. Esas empresas que salen a dar lecciones por los resultados de su postulados capitalistas en forma de productos y servicios que nos ofrecen desde su subjetividad tal cual se vierte sobre su misión y su visión, afirmándose en los valores que resaltan la consecusión de los sitemas cíclicos primordiales.