Saben que escribo

Pero no muestro.

Atentos. Puede ser una trampa.

Ahí está usted. Bien descondiadote. No está solo. Mire. Alrededor suyo puro paranóico. Dese.

México te permite eso. Y más. El límite superior está abierto. Los chamanes lo abrieron hace rato. Lléguenle ustedes a nuestros sitios sin límite para que crean junto con nosotros. O creemos. Quién sabe. Mañana, mañana.

El gesto más sublime que vi a una mujer hacer en esta ciudad respecto a nuestra cultura fue una mujer sueca que conquistó esa mañana la plaza reial de la transformada ciudad. Ciudad abierta.

Como Roma. Pero no la de Cuarón. Guácala.

No te creas, carnal. No la he visto. En buena onda, no soy un cretino. No juzgaría con lengua fácil lo poco chida que pudo estar una de tus propuestas visuales con los chingones hermanos mexicas con los que montas un crew que tu diriges hasta el final. Y es trabajo para todos. Una industria chingona. ¿Por qué no voy allá, cabrón? Uno duda. Piensa: no valgo. Y verga, te vienes abajo. Como ser humano en un drama mexicano. Y ahí sí, todo el pinche país bien preocupadote por lo que iba a pasar en el próximo capítulo de la telenovela. Y Televisa Rey. Luismirey Culture.

La cultura existe en México. ¿Qué se creen? ¿O qué pedo? ¿Quién fue el que se la rifó contra nuestros gibiribayaras? Un güey cagado del newdf es más necesario que pinche actuario del itam. Por eso me volqué a la comedia. A la tragedia. A todo el pedo. Así con la gracia de este valle sagrado. No eres nadie que no conoce la dualidad de los valles: urbano y rural. 

La dualidad nueve veces. Nueve entes en lucha. Nueve opuestos. Nueve némesis. Nueve colisiones hacia lo que podríamos catalogar como un coque con ese Maradona. Vos nomás le podes filtrar un pase como esos a un Diego que más grande que un país. Y los dejás callados a todos. Y luego las risas. Pero habrá los gil…

Y hasta aquí recuperé. Luego escribé 99 minutos y pensé que todo se grababa. Y no fue así. Y lo que en la pantalla estaba no pasaba. Decidí ir atrás sin tomar otra medida. Y tiré. Sin copiar y pegar antes. Confiando en que estaría. Y no leí el error. Ni medí las consecuencias. Fatales. Ya no hay nada. Donde fui un camino, ahora ni recuerdo. Fatal. Estoy estoy fatal. El más duro golpe. El tiempo perdido no recuperable. El vacio existencial. Ahí en la panza. Maldito yo. Maldito seas. Se me fue. Fui un idiota. Y hoara no se si seguir. Para qué. No me gusta leerme. Ni reescribirme. Ni siquiera juzgarme. Lo hecho hecho está. Como eso que escribí. Y sentí que era bueno. Que era correcto. Que se ajustaba con la idea puntal de desorientar, para luego llevar arriba al sentido más fluido de la noción de transformación. Estamos listos. Es esto. Debo ser Nick Cave en Argentina. En ambos sitios. Público. Escenario. El New Yorker me acercó a ello. Jota lo compartió. Yo salí a escucharlo para grabar su afecto mi ser. Y grabé yo una canción. O una ocupación del espacio sónico. Que todavía no bajo. Quise traer el vínculo del artículo pero el New Yorker no me dejó compartir con facilidad. Algo falló. Y yo fallé. Qué dolor. Otra vez. Una perdida creativa. Oh, Dios.

Si escucho ese audio me reivindico. Lo comido por lo servido. Como me diría un día un tuerto.

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