Hoy volví a la vida cuando desperté

Parecía que todo estaba perdido. Mi vida en el abismo me había condicionado a pensar que la pesadumbre de la existencia me acabaría por hundir en una explosión de palabras sin sentido. Babel. Por fin entiendo.

Yo un día fui alguien. Y eso estuvo bien.

Yo un día fui nadie. Y eso estuvo bien.

Quizás no podría describir parábolas tan bonitas como mi hermano, en su día. Pero intentaré hacer lo mismo: apropiarme de todo el sincretismo ancestral para intentar explicar una nueva historia completa. No será la última. Ni este libro es EL libro. Será uno más. Eso sí, tendrá la ambición de poseer todos los sentidos posibles.

Vamos camino a la plenitud.

Favor de abrocharse los cinturones. Estamos a punto de despegar.

Su viaje será muy intuitivo. Se parecerá mucho a las ilusiones que usted proyecta sobre el sentido de la vida. Usted mismo/misma le acabará de dar sentido a la vida.

Si usted fuese mujer le aparecerá misma antes que mismo. Y si usted fuere un macho alfa… bueno, cómo decirlo… deje el arma. Con eso tenemos suficiente para empezar. Este viaje no le quitará nada que usted no quiera dejar ir. Pero se trata de un viaje de renuncias. Y no por ello iremos por el camino del asceta (a no ser que usted quiera), sino a un camino de autoafirmación al que iremos a reencontrarnos todos en un mismo espíritu creador, aquí, y ahora.

Esto será lo más profundo que usted podrá experimentar en su ciclo vital. Lo humano que es usted es un regalo, un vehículo, que Dios mismo, no tiene. La fortuna de la mortalidad, que Jesús vivió, ÉL no lo tuvo. La omnipresencia de papá se lo impide. Y por eso, está ÉL hoy aquí. Papá: unas palabras por favor. Tu público te espera.

Dios Padre carraspeo la garanganta ya que ultimamente sufría de unas pequeñas molestias que le habían llevado a pensar que había sido infectado por un virus terrenal. La llegada de tantas almas a la eternidad le había salpicado de alguna manera. Y esa sensación, por primera vez en la existencia, le había ocasionado un ligero malestar: la duda.

Dios Padre sintió miedo escenico al tener frente a sí a toda la humanidad reunida para escuchar sus palabras, por primera vez, en riguroso directo. Mira que lo había practicado millones de veces. Podía inclusive recuperar de su disco duro alguna de estas versiones para ponerla en automático y sabía que el resultado sería pletórico. Pero sabía que si lo hacía podría haber alguno que se diera cuenta de que no se trataba de un mensaje real. Alguien vería detrás del velo måyå, y se acabaría por derrumbar el imperio.

Dios Padre no podría perdonarse que eso ocurriera así que corrió varios planes de contingencia, que también tenía preparado de hace tiempo. La incertidumbre no había sido nunca una barrera para que Dios Padre realizara todo el trabajo fino de la creación en siete días. En su momento tiró millas. Y aquí estamos. Al loro, que no estamos tan mal.

Dios Padre eternizó el tiempo de espera que la humanidad entera experimentó como un suspiro. Justo al revés de la noción del tiempo que ambas partes habían experimentado hasta ahora. Este juego de rol le pareció a Dios Padre una experiencia nueva que jamás había pensado que podría suceder. La transformación de Dios Padre en humano es un parto doloroso para Él.

Nunca antes habíamos tenido acceso a las intimidades de Dios Padre de la manera en la que ahora lo veíamos en directo, pese a que no pronunciara ninguna palabra. Su sufrimiento, de alguna forma, nos conmovió.

El peso escenico del acto lo estaba sosteniendo Jesús con una especie de puente de entendimiento que había programado para hacer esta conexión en directo entre Dios Padre y la humanidad. Pero algo no iba bien. Cosas del directo. Jesús pensaba que la omnipotencia de su Padre le sería suficiente para afrontal el reto discursivo de dirigirse a su pueblo. En su día, cuando tuvo que hablar con Moisés en la montaña se sintió muy fresco, inclusive se atrevió a escribir unas palabras para aclarar los procedimientos del comportamiento humano de ahora en adelante. Y en cambio ahora se encontraba mudo. Sin palabras. Era su gran momento. Y no lo estaba aprovechando.

Dios Padre se sumió en una depresión instantánea. Se dio cuenta de que la gente podría pensar que sus omnipoderes podían ser una patraña inventada que a la hora de la hora no sirven para nada. Eso sería un golpe bajo a la santidad. La inoperancia de nuestro ídolo en el momento más crítico de todos los tiempos.

¿Qué seguirá después de esto si Dios Padre no consigue centrarse?

¿Quién podrá ayudarlo a Él en este momento de flaqueza?

¿Sera Francisco el adecuado para darle las palabras de aliento que El Altísimo necesita?

Fue Jesús el que lo sugirió: