Despertás un día… y seguís… aquí…

Vos te imaginaste un día una historia. La historia, o más bien su incepción, surgió de repente. Y vos la viste pasar. Volar.

Se encendió una conexión neuronal nueva. Y en esa conexión algo extraño sucedió. Una imagen que sólo en tu cabeza existió se planteó como realidad alternativa. Como posibilidad.

De ahí se tiró una línea argumental que funcionó de manera autónoma con un único espectador: vos.

Y desde ahí viste desvelarse una historia extraordinaria que lo arreglaba todo en su sitio. Aquello que habías querido decir en el contexto de la cosa que más te ha ocupado el tiempo mental. El sentido de tu ser. La cuestión con la que querés cambiar el mundo. De pronto está ahí, desanudando el porvenir. Didacticamente.

De pronto te parás y despertás. Ya no estás en el campo en el que la idea trabaja autonomamente. El resto de tus funciones vitales encendieron toda la maquinaria de la vigilia y los trabadores de la fábrica volvieron a sus puestos, todavía adormilados, pero generando un ruido ensordecedor para aquella brillante idea onírica que lo resolvía todo.

Si no corrés a apuntarlo en algún sitio, la clarividencia se esfuma. Y el aire se lleva consigo la ilusión. Al rato ni te acordás. Ni te preocupa. Otra cosa ocupa tu cabeza. Y no hay nada más que hacer. Quizás volver a dormir. Y soñar. Seguir.

ALLS

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