No hay plazo que no se cumpla… adios Messi

Messi es el jugador que más temporadas ha jugado con el primer equipo del FC Barcelona y sin duda alguna el jugador más icónico del club en toda su historia. Se va por la puerta de atrás, sin que nadie le pueda reprochar nada. Excepto, claro, los socios. Y la directiva. Y el cule emprenyat. Y todos los que suben al tren del mame.

Eso último no se entiende. No se preocupe. Usted no está aquí para entender la manera de hablar de los distintos pueblos de América, sino para hablar de futbolarte, cuyo máximo exponente, sin duda alguna, es Lionel Messi. Messi se va por la puerta, de atrás, como Kubala, Guardiola, Cryuff. La última vez que Cryuff acudió al club fue para regresar un reconocimiento que le había dado el club, como Rosa María Sarda con su creu de Sant Jordi. La vida en el entorno de esta ciudad está condimentada con todo lo que aquí somos, para bien y para mal, y eso no siempre nos deja en muy buen lugar. A Messi, en cambio, no hay manera de oscurecer su historia idílica de futbolarte. A no ser que se empeñen algunos.

¿Quién manda en el futbol cuando el socio es el «dueño»? El club que es más que un club está en las manos de quién puede regir sus decisiones operativas, y a ese selecto club se accede a partir de una proceso aparentemente democrático: unas elecciones. Los clubes se rigen por sus propias reglas, así que aquí no se ha engañado a nadie. Solo que los clubs de futbol, en su mayoría, ya no son sus aficionados, salvo el Barça y el Real Madrid. Ya ni el Atletic de Bilbao. Las empresas del futbol, y en la cima, dos empresas que dicen ser de sus socios. Hasta que la pandemia, y ahora Messi, cambiaron con la dinámica de poder.

Messi vino a revolucionar el futbol tanto como Guardiola o Cryuff, en otra faceta, en otro momento, dentro de la historia de este club. El futbol lo hacen los jugadores en la cancha. Y Messi tiene las puertas abiertas de este club porque él es más que el club. Él es más que el futbol. Él es futbolarte.

Curiosa coincidencia. El año que el barco del Barça se va a pique perdemos a dos íconos del club: el fotógrafo mexicano que encumbró a Messi en una icónica foto de un día cualquiera de Messi por el Camp Nou: Santiago Garcés.

¿Qué será de ellos la próxima temporada?

La polarización social de la masa social de este país, club, ciudad, capital, comarca, o lo que sea que querramos ser, que sin duda alguna alberga al menos esta constatación: hay al menos dos manera contrapuestas de mirar el mismo hecho. Y ambas se odian a muerte. Los némesis cara a cara, una vez más, haciéndose las víctimas de esta última situación, a la que no pueden asistir mas que indignados por el mal mayor al que han sido expuestos. La piel es cada vez más fina, y las parroquias preparan, una vez más, la última contienda para desmantelar la trama del enemigo. Aquí se trata de odiar a alguien, con todas nuestras fuerzas. Porque los némesis existen. Damos fe. Somos parte de la liturgia de la sociedad del odio. Y hoy es un buen día para recordarlo. Los que odian a Messi, pese a ser de otros clubes, hoy también se regocijan con el dolor de los que sufren por la partida del ídolo más sublime que ha tenido el futbol mundial. Los dolidos han perdido algo que les ha dejado vacíos. Ya no sabrán a dónde pertenecen. Su fuente de seguridas se difumina si Messi no está con ellos. ¿Se irán con él? ¿A dónde? A donde vaya.

Crecer es irse. Cuando uno se va crece. Eso es algo que no se puede igualar a ningún otro aprendizaje. En nuestro barrio está todo lo que somos cuando crecemos. Nuestra ciudad nos enseña cómo ser de grandes en medio de un sitio en el que podemos pasar desapercibidos. La vida es más grande que el grupo de mi escuela. La generación a la que pertenzco. El club de toda mi vida. El club de mi padre. El país en el que nací. Todo eso es parte de una certeza primera, que no nos define del todo. Lo que nos define finalmente es aquello que somos cuando nos vamos. Y si nos vamos a tiempo, quizás también tengamos tiempo de mutar la piel, y convertirnos en otro ser. Y ese nuevo yo será alguién que comparta las raíces de quién un día fui, y a su vez, asumirá el único riesgo que corremos al irnos: dejar de estar ahí. Salir del cascaron.

No hay que tener miedo, Lio. Justo ahora acabás de romper el cascarón. Messi se va de casa finalmente para hacerse mayor. No duden que allá fuera conseguirá algo más alto de lo que hemos vivido aquí. Porque cuando te vas, crecés. Y Messi se va porque ya no puede más con tanta _________. Ponga usted el adjetivo. No me gustaría parecer un malparit nouvingut que no tiene aprecio por las costumbres locales. No es mi caso. A mí ya me echaron de este club por la puerta de atrás. Como tantas otras veces. Esta sociedad, como este club, está lleno de subnormales, quizás en las mismas proporciones con la que los subnormales se distribuyen por cualquier subconjunto. No quiero decir que seamos más papistas que el Papa, pero aquí el que no es Cruyffista puede ir a tomar por culo.

Me altero. Quizás es la rabia. O quizás me estoy riendo para mis adentros. Aparento ser un cule emprenyat més. Més que un culé emprenyat. Algo más que algo más que un club. Eso es lo que considero que tiene que ser este Barça para que esa frase vacía tenga un sentido renovado. Sino ya no existe nada. Olvídense de todo. Y no es una burla que viene de fuera. Ni el desencanto de un falso socio. Ni siquiera la ira de un infiltrado. No se trata de ninguna conspiración que valga la pena creer. Sino tan sólo lo que me sale de los mismísimos cojones decir un día como hoy. Porque la libertad de expresión en un club es poder decir esto en un día histórico en el que todos están pegados a la telenovela una vez más. El futbol es esto también. La novela de cada final de temporada. Y aquí todos opinando. Todos queriendo tener la razón. Pues a tomar por culo, oiga.

Siempre me ha parecido un gesto fantástico de los españoles es uso de ese oiga como intejección. Le escucho. Es un enfado español. En este caso, aplica para un enfado español de un culé barcelonés, castellanoparlante. Ah, no. No nos metamos con estas… que ya sabemos cómo acaba. ¿Era Messi independentista? Quizás eso fue lo que falló. No se lo tendrá en cuenta Guardiola. Nunca se sabrá. Si lo habría querido ser, ¿se habría resentido su carrera? ¿Habría ganado adeptos la república? ¿Tendría más apoyos internacionales? Nunca se sabrá, y por ahí, Messi se quita de un muerto que no tiene que ver con él. Como resolver el dilema sin solución en el que se encuentra este club a punto de irse a la mierda.

Oiga, usted lo que quiere es que se cumpla su visión apocalíptica de la sociedad en la que estamos. Usted lo que quiere es que todos nos vayamos a la mierda. Y de ahí, sobre las cenizas, algo distinto florecerá. ¿Qué acaso no sería ese escenario algo más humano a lo que podríamos aspirar? Quizás sea un último velo. Y Messi, reconstituido en mesías, el encargado de librarnos de ese manto.

Y luego ¿qué? Esta ciudad requerirá otra liturgia. Una más completa. Una más grande. Algo que nos permita aspirar a ser un poco más de lo que hemos sido. Algo aspiracional que mire hacia el futuro y nos de la tranquilidad de que estamos construyendo el mundo despúes de Messi. Algo en lo que podamos agarrarnos para seguir. Algo que nos permita salir de esta pequeña construcción de «depresión» que sentimos que nos aprieta por todos lados. Utilicemos esta fantasía de que el futbol significa algo más en nuestras vidas para conseguir estructurar la respuesta colectiva que necesitamos asumir en un nivel superior. Aprovechemos las circunstanacias de lo que la vida nos provee en este periplo sinsentido para asignar una especie de suerte estelar que nos ha venido a explicar precisamente esta lección de consecuencias emergentes incalculadas. Oh, Messi, has sido tú, que crees que no te he visto. Messi, de manera dramática, a través de un burofax que completa la alegoría de la servilleta, a penas para que Estrella Damn pueda hacer su próximo anuncio, para dar la llegada a un futbolartista revelación: GOLman, el nou d’un poble nou.

El rey ha muerto; viva el rey.

«Sale, con el número 10 Messi, entra con el número 9: Golman.»