No es tan sólo una campaña viral. Que lo es. Se trata de un modelo social alternativo que se situa en las antípodas del actual. La idea no es desmontar el capitalismo (¿acaso no se ha desmontado solo?), sino que definamos los criterios del nuevo modelo social como algo realmente nuevo y propositivo que sea la otra cara del status quo.
Algunos podrán pensar que eso no se puedo. Muchos. Pero qué más da. Estos se pueden quedar perfectamente en el status quo sin que nadie les moleste ni tantito. Ahí seguirán su camino cuadrado. Y todos contentos. No se trata de generar crispación en el momento en el que el nuevo modelo se abre paso. La cuestión es separarnos. Irnos lo más a la chingada posible que podamos imaginar. Como si en un camino pusiéramos a los antagonistas de nuestra sociedad, ideológicamente hablando, y nunca más los volviéramos a ver. No porque los hemos aniquilado, que es la gran tentación de los fascistas, sino porque hemos encontrado un sitio lo más lejos de ESE otro al que tan fácil se nos da «odiar».
Entiéndase el término. Odiarás al prójimo como a tí mismo.
Yo creo que eso se entiende bastante bien.
Es un tributo.
¿A Satán?
No me adjudiques tanto crédito. ¿Quién podría ser yo sino tan sólo un hijo más de Dios Padre que mandó al mundo para corregir el trabajo inacabado de su primer hijo insolente? Como cuando mandó a Icaro hacia el sol. ¿Acaso entonces fue Dios padre quién intercedió al libre albedrio del buen Ícaro? ¿O se le debe adjudicar dicho comportamiento a los dioses griegos?
El helenismo clásico no ha muerto. De alguna manera nos ha refundado como sociedad y nos mantiene atados a un eurocéntrico anhelo occidental. Como si lo que aquí se ha gestado fuera el centro del universo. Copernico estaría orgulloso de nosotros. Tan humanos que nos vemos el ombligo con más detenimiento que nunca antes en la historia. El yo de los psicoanalistas freudianos. Y su pasaje por Jung. O alrevés. Nunca se sabe con la corriente psicológica te quieres casar, más allá de estar seguro que nos asumimos lacanianos por nuestro instinto schopenhaueriano. O quizás su voluntad. O su péndulo. Dejemos que sean los alemanes los que nos lo expliquen. Ahora que están confinados seguro que crearán una filosofía reveladora. Para emular a su superhombre: Nietzsche. Esta vez, sin errar la interpretación. Es decir: entendiéndolo. Queriendo entenderle. No sean güevones.