La migración de mexicanos a Estados Unidos es una vieja historia. La segunda generación de mexicanos-americanos, o chicanos como se les etiquetó en un sitio en donde la raza, la religión, la procedencia y el dinero sirven para segmentar la sociedad, han votado a Donald J. Trump como presidente. Esto es un reflejo de que la vida del que emigra adquiere un sentido de renuncia y otro de aceptación, pero nunca del todo satisfecho con lo que en un lado u otro de lo que en el stio de partida o en el destinación se define como «propio». El que emigra siempre sigue ausente, quizás esperando su momento de aceptación. Y su integración siempre está en duda. Quizás porque debe asumir ciertos elementos propios de otra cultura, o asumirse en un contexto en el que desarraigarse de sus raíces le parece contradictoriamente imperativo. O justo al revés.
No hay un crónica única de la emigración. Sin embargo parece que los sitios con historia de emigrantes suelen tener el foco en otro momento anterior, cuando entonces los que llegaron eran los que valían la pena. Pero en algún momento esto se tiene que acabar. Hay que cerrar el grifo. Que es el mantra con el Don T. ha llegado otra vez al poder. El «nosotros» de la Great América de Trump los incluye a ellos; a esa segunda o tercera generación. Ellos ya son de allá.
Y el que es americano de verdad está motivado por la victoria. Por el ganar. Ganar dinero. Ganar el super bowl. O que lo gano tu equipo. Ganar las elecciones. La sensación de ser parte de una mayoría. Ya nos aceptaron, pensarán. No somos como aquellos. Los come-gatos.
Alonso Ruizpalacios acaba de sacar una película que retrata la vida de una cocina en Times Square, que sirve cada día a turistas comida de medio pelo, en un contexto de las cocinas americanas que están llevadas en su mayoría por emigrantes mexicanos. Es el acceso a tener una chamba, con lo que implica para empleadores y trabajadores formar parte de la sociedad, y cómo representa un juego de rol de los que «dan oportunidades» y los que las «toman», como si hubiera alternativa.
El sistema de los indocumentados en USA o en la EU persigue una diálectica de invasión que no es del todo fidedigna, mientras las oportunidades a los migrantes se ven empantanas por burocracias que simplemente se formulan como un sistema perverso que ni avanza ni expulsa, pero que en medio de esa situación genera distorciones y desigualdades de poder en el que aquellos que se mueven entre escalas de grises se encuentran. No es un tema de ahora, sino de siempre. Y reconozco que no sabría cómo plantear un modelo en el que dichas violencias subterráneas dejaran de existir.
Como siempre la mirada y la crítica social de Alonso nos permiten analizar con matices situaciones en las que debemos prestar atención, y disfrutar del buen momento del cine mexicano.
¡Hay que verla!