A las 1:11 el derrame fue casi mortal.
La vida sigue, no sé muy bien cómo. Es un milagro estar aquí. No lo sabemos del todo. He librado a la muerte una vez más. Y me ha traido la voluntad aquí, otra vez, a dar testimonio de ésta anomalía: seguir vivos. Vos.
No lo sabemos bien. El tiempo que uno está aquí es un grano de arena respecto a la existencia en su totalidad. En términos temporales. En términos atómicos, no quiero ni pensarlo. Nuestra insignificacia es la medida de nuestra madurez.
Si sabemos verlo es porque ya hemos recorrido suficientemente la profundidad vasta de nuestro aparene ser. O quizás de la apariencia de ser. O de saber ser. O ser sabiendo lo suficiente para entender que poco sabemos, si eso, o nada. Pero no osemos saber demasiado, ni lo contrario: no saber siquiera si estamos vivos.
Entonces ya nos quedamos tranquilos. No hemos muerto hoy. Quizás la sabiduría necesaria para afrontar el día se esta. La suficiencia del optimismo basta con entender al menos esto. y saber aprovechar lo que le queda al sol para dar la vuelta completa. Si es que acaso no estamos siguiendo una pauta para entender por completo el viaje eterno que emprendíamos cuando entendimos que lo que hacíamos era por algo más que por hacer pasar el tiempo.
A final de mes llegará un cheque con mi nombre. Unos deudores vendrán a buscarme de la misma manera que un mandalorian tendrá un encargo con mi nombre. Él sabrá qué le compensa más. Muchos virus estarán activos mientras alguien busca cómo serruchar el suelo en el que ahora mismo descansa mi masa inerte en reposo.
Despierta, anda, que no has muerto hoy. No tienes que sentir vergüenza, otra vez, por haber cómido esas cinco piezas de pizza de más. Quizás mañana aprendas a tener un poco más de seny. Parece ser que ser ticatalán no es suficiente. Quizás habrá que ser alguna cosa más. Quelcom mes, que dieuen.
Siento que he perdido el tiempo. Que no es lo mio lo que hago. O que si lo es, todavía espero resolver un llamado mucho más profundo a ser/estar. Ese «to be» por el que Hamlet despierta un día dispuesto a ser alguna cosa más que lo que la existiencia, hasta entonces, le habia perfilado como camino. Y de das cuenta que sos vos. Te das cuenta que sos voz. Como lo voz del pueblo argentino en la cámara baja, haciendo ley, aquello que las mujeres de ese país le han regalado a todo el mundo, para por fin entender. El pueblo argentino es tres veces más sublime si sólo contamos la gracia sagrada e infinita de sus mujeres. Ojo, que acá estoy pisando terreno resbalizo, y que siendo uno honesto, esta alegoría está diseñada para hacer patinar el más sincero halago por el barranco último de la desgracia. El acto más gratuito e insignificante es caer en la provocación que te lleva a bailar un tango de masculinidades entre dos hortos entrelazados de un tanguero argentino, macho, apretando fuerte la razón por la cuál te enzarzaste en pie de baile con un gallo cuyas plumas ya mostraban el dramatismo mismo de una batalla de por sí perdida de dos giles instalados en en la saturación espacial del ego en el reflejo de quién sos: baboso.
Con Argentina voy a tanguear siempre hasta este punto en el que no sabés mas si vas o venis, como el camino inicial que el gol magistral de Diego aquél día en el sur del D.F., con aquél sol que ilumina los pasos célebres de un futbolista en el medio campo de un terreno de futbol sagrado. El estadio Azteca es mucho más que el recuerdo de un directivo cualquiera de la historia de un club. Lo azteca está por encima de lo mexica, como lo olmeca lo está por encima de cualquier otro recuerdo originario de lo que un día fuimos. El cuerpo que habitamos requiere de liturgias que vuelvan con pausa y ceremonía a las raíces de nuestra ilusión. Aquella que late todavía a partir de un recuerdo común a nuestro tiempo. Ya sea el pisar del balón, en aquél sentido opuesto, en apariencia, de lugar al que pretendemos llegar, pero que en estos momentos requeire de esta esta gestualidad, de este preciso toque, como el voto de un representate del pueblo que levanta la voz de las mujeres en la votación de ayer en Bueno Aires. El pueblo argentino una vez más nos da una noción completa de lo que su poética pasión brinda a los demás. Todas nos vemos reflejadas en esa sensación de pertenecer a un registro aparte de la vida misma. Y este son, esta canción, es algo más que el tun tun de una rumba quilombera que se desata por las calles de una ciudad ajena al partido que se jugó ayer en ese particular campo de la capital de una América Latina plena ante el vibrar eterno de nuestra pulsión.
Si hoy no he muerto que sirva para rendir homenaje a esa argentina. La argentina que nos apasiona y llevamos dentro con en el sentido más amplio con el que uno corteja a una mina que nada más verla sabés que estás picando demasiado alto, pero que sin duda la resonancia de esta caja de ritmos nos está llevando a los dos hacia el mismo abismo que vos y yo sabemos, aquí, que no tan sólo es eterno, sino que sos divina, como divino es este instante en que nos fundimos, y nos dejamos llevar por la gracia infinita de nuestros reflejos revertidos entre dobles sentidos, entre gestos, entre baile, y ese punto exacto de tu tacto, o el mío, que abrió este universo alterno al que vinimos a parar, vos y yo, tras el cantar eterno de nuestras alegorías reconstruidas en esta doble hélice compuesta, la mitad vos, y la otra, sho.
ALLS