Son las 3:33.
Me acabo de levantar de un sueño epifánico.
He subido a tomar un trago de agua en plena nocturnidad de Son Parc. La tramuntana está programada para entrar por el norte a las cuatro de la madrugada. He salido al balcón con el ordenador a escuchar las olas romper en Arenal de Son Saura. El faro de Cavallería me avisa, primero cada dos segundos, y luego, cada cinco segundos, de su presencia. No hay nadie más despierto en toda la urbanización. Al menos no aquí en la avenida de la playa. Estamos tan solo la mar, el faro, las nubes y yo. A diferencia del resto de los días que hemos estado aquí en Menorca, el cielo no está despejado. Por tanto, es espectáculo habitual de las estrellas en el cielo no está hoy presente, con lo cual me evita desconcentrarme en la búsqueda futil de estrellas fugaces, a pesar de que he leído hoy en una soft news veraniega que las famosas lluvias de estrella ____ se aproximan estos estos días. Ya se sabe cómo son el cosmos y la vida.
El sueño.
Estamos llegando a una celebración típica del sector salud en Barcelona. Me encuentro a Mercè que me recibe como siempre con todo el cariño y sabiendo que en estos días tenemos una cita importante con el destino. Ella lo sabe. Está muy bien informada. Mi próxima reunión será con la que maneja el cotarro del ICS. La cúpula mayor. Hay un puesto de trabajo en juego. Y al parecer están hoy aquí presentes. ¿Las quieres conocer?, me pregunta. Claro que sí, le digo.
En el sector gran parte de la partida se juega en el terreno de la pretensión. Yo llevo años sabiendo este tipo de chorradas que en fondo no sirven para nada. Pero he visto cómo juegan las cartas algunas personas que se perfilan para según qué puestos de responsabilidad en el plano de la salud pública. No quiero resultar pedante, pero se muy bien cuáles son los límites de mis conocimientos en la materia. Y también se muy bien cuáles estos mismos límites para el resto de personas que tienen este tipo de responsabilidades. En su día fui uno de los consultores de salud más prominentes del país.
Que feo queda el autobombo. Siempre me ha parecido despreciable. Debería ser alguien más quien hable de mi. Pero el hecho es que nadie está dispuesto a hacerlo. Perdí toda la credibilidad en el sector, en un momento dado. Como Cruyff. Así son los momentos en la vida. Un día estás arriba, y otro estás abajo. Y yo tuve nueve años en el máximo nivel. Y lo fui todo en Barcelona. Y luego, tuve nueve años en el abismo de la nada. Y no fui nadie en Barcelona. Ni en ningún otro sitio. Y de aquí vengo.
Suena a excusa. Cuando se ha estado tan abajo tanto tiempo nada corresponde con lo que es. Ni la autoestima personal, ni la visión distorsionada de la realidad de alguien que lo ve todo desde afuera. En su día la vida me parecía un juego sencillo en el que estaba enrielado en el lado A de la vida. Era un privilegiado con un buen trabajo y una responsabilidad hecha a mi medida. Pero nunca quise sacar provecho de aquello que había conseguido. Como si fuera una responsablidad de una persona que trabaja por el bien común, y que ha recibido un sueldo digno para tal empresa. En cambio, alguien decidió excluirme de aquél prestigioso puesto de trabajo. ¿Por qué? Para enchufar a un amigo suyo.
Yo no era nadie, y como tal, me fue presentada una carta marcada del juego. Los que no somos nadie solemos tener esta herramienta para tocar con tierra. Levanto la cabeza. Uno, dos, tres, cuatro,… luz, uno, dos… luz…
Mi faro está ahí delante. No es solamente poética. También es una manera de saber en donde estoy. A pesar de que no estoy navegando. En el fondo lo estoy: escribiendo esto.
Y lo cierto es que tengo tendencia a perderme. Lo he hecho toda mi vida. Divagar sin tener mayor ambición que la que la exploración al ataque otorga. Mi modelo de jugador es de un nueve puro. Podría defender mi tesis de por qué el Barça, que supuestamente es Mes que un club, debería fichar a un personaje como Golman para completar su equipo para este año visagra. Año nueve. Temporada nueve que acaba en el final del decenio. 9-0. En este caso, 19-20. No se trata de cualquier número. Es uno muy importante.
Alex, mi socio, me dice que siempre me pierdo en una numerología idiota. No tiene caso que resolvamos si esto es así, o si tiene razón él, o yo. Lo cierto es que el juego con los números está ahí. Y yo solo soy uno más jugando su partida, con las cartas que me han tocado. Repito, no soy nadie. Y aquella carta marcada me dejó fuera. Pero todo buen taur sabe que puede recuperarse de la más sonada bancarrota. En el fondo el juego te permite la reivindicación final. Pero hay que asumir el rol que uno sabe que se requiere para enfrentar el más grande de los desafíos: sentarse en esa mesa.
3:58. Ya siento el viento de la tramuntana llegar. No ha sido una metáfora. Estamos aquí todos presentes: el faro, luz, el sonido de las olas, y yo. Las nubes siguen ahí previniendo que me vuelva a distraer.
A las 4:00 empezó a entrar la Tramuntana, tal y como lo había previsto Roger. O su APP meteorológica. O alguien en twitter. Roger está muy conectado con la actualidad que le interesa. Y eso es un activo muy potente. De alguna manera la información me llegó. Y estoy aquí recibiéndola.
4:09. Mi capacidad para someterme al Dios de la procastinación es infinita. Me toma nueve minutos encontrar mi aparato para grabar audio y ponerlo en marcha. Se me ocurrió, en otro momento de epifanía, que debía grabar el sonido de la tramuntana mientras llegaba a Menorca. Estar en esta posición estratégica en el norte de la isla debe tener algún privilegio adiciona. Bien, este es el mio.
Mi herramienta de captura de sonido me permite generar uno de mis formatos favoritos: la ocupación del espacio sónico. Y si bien, ahora mismo no se trata exactamente de una de esas sesiones, el acto en sí de la llegada de la tramuntana no deja de ser uno de los eventos más importantes de mi vida. Es de momento, mi presente.
Mi vocación por documentar mi hoy y ahora ha sido una constante en mi obra. ¿Qué obra? La que he ido labrando con la obsesión de un artista que se vuelve loco. Un tipo que cree que sus ideas lo pueden transportar a un mundo mejor. Un ser humando conectado con el todo. En un momento de reflexión. O en la acción definitiva de una revolución que nos traiga, por fin, al camino que debemos seguir. ¿Quién soy yo para decir por dónde van los tiros? Lo cierto es que no lo se. Y que miento. Que algo se. ¿Pero cuánto?
No tiene sentido explicar los sonidos que se escuchan ahora que llega la tramuntana. Al mismo tiempo que escribo esto lo escucho por el único auricular, el izquierdo, que he sido capaz de desenredar de uno de esos cables blancos que vienen que vienen con un iphone. Tengo Huawai desde hace más de tres años. O menos. O más. Ya tampoco se definir el momento en el que me despredí de aquello. En un momento dado, me pareció inutil formar parte de cualquier tribu. Y me fue a vagar el por el mundo que me permitió ser un punto aislado en la muestra. No represento a nada. Ni a nadie. Quizás tan solo a mi. Y eso es único e irrepetible. Como nos pasa a todos. A todas.
La lengua. Su uso. Su práctica. Lo cierto es que he recorrido todos los debates y he visto todos los puntos de vista. Se cuáles son las fases del juego y el juego en sí que no nos dejan ver. Tenemos la noción de que algo está pasando, y no podemos distinguir claramente quiénes son los que actúan sobre un sistema que también, como yo en su momento, va sobre rieles. No por nada la historia de los Estados Unidos de América es la de sus dos ferrocarriles encontrándose en el medio de la nada. Pero no seré yo el cronista de una historia que no me pertenece. En cambio sí de la única historia que me pertenece: la mía.
En el sueño Mercè, que conoce a todos el sector, me presenta a tres mujeres que están arriba de todo del sector sanitario. Las tres trabajan a su vez para una, más arriba, que es la que me debe entrevistar. Son muy amables, y me advierten: vente preparado. Estúdiate lo que tengas que estudiar. Lo sé, les contesto. Yo me encuentro en esa fase de las situaciones importantes en las que tras un breve romper de hielo entramos en materia. En realidad, en el sueño, me salto el ice breaker. Les digo que estoy preparado y que me he estudiado la situación. Pero en el mismo sueño empiezo a preguntar por la organización, sabiendo que son ellas las que mejor me pueden ayudar a entender las cosas que me faltan para proponer un modelos obre el cuál definir lo hay que hacer. Extraer el know how de las organizaciones se hace a través de hablar con las personas que forman parte de ella. El discurso de lo que hay. Lo tanbible de lo que se puede tocar. Las familias de poder más allá de los discursos. La realidad que sabe palpar quien entiende las claves estratégicas de una organización de salud. Modestia aparte: yo lo se.
Trabajé y estudié en ello. Pero también diseñé un sistema para medirlo. Y también me formé en saber capacitar a un equipo de herramientas para dar con estas claves. No soy un consultor más. Ni siquiera formo parte del grupo de las cuatro consultorías. Me parece una gilipollés, como el juego del dinero. La aparencia del saber está muy sobrevaulada. Lo importante, en el fondo, es el saber construir algo conjuntamente con un equipo de personas. Y eso también lo aprendí en su día. Y lo puse en acción en los proyectos en los que participé en aquellos nueve años de vacas gordas en aquella España: entre 2001 y 2010. Se cierra un ciclo.
El año nueve de nuevo. Hace diez años nos casamos Meri y yo en otra playa, en Manzanill, con el sonido de un oleaje que ahora sí se comienza se a parecer a este. El caribe de Limón es un indicador de lo diverso de nuestra cultura. Los ticos somos así. Y durante años hemos sabido cosas que el resto de la humanidad no tienen en cuenta. Y en cambio nosotros lo vemos claro. De ahí que lo que viene ahora no es tan diferente de lo que ahí ya existe. Y lo mismo podría decir de mi catalanidad. O de mi mexicanidad. O de mi afiliación a una urbanidad Karachiana que no existe, pero que sin embargo, viví.
Uno se asemeja a aquello que dice ser. O a aquello que dice poder construir. Y lo que puede desarrollar con un modelo en el que salud pública esta en el centro lo puedo controlar mejor si los agentes del sistema están preparados para una revolución que permita al sistema responder con un despliegue de voluntades encontradas. Los sistemas complejos sociales son así. Lo entendí hace años. Y ahora me toca poner a esta orquesta a trabajar.
Dos coches se acercan a las 4:33 a la Avinguda de la Platja. Vendrán a trabajar muy temprano, muy temprano. Molt d’hora, molt d’hora. O de fiesta. Las dos opciones contrapuestas: ocio y trabajo.
Estamos frente a una encrucijada monumental. El capitalismo nos trajo aquí. En el parking de Arenal de Son Saura se retira un coche a las 4:35. Hora de volver a casa. O de ir a dormir. Pronto la noche dejará de serlo. De alguna manera esta crónica me representa. Soy un ser nocturno que hasta hoy no había escrito nada en mi blog en Menorca. Dos coches salen de la Avinguada de la Platja a las 4:36. Ignoro si son los mimos. Son cuestiones del relato que quedan como testimonio de un testigo del viento. Ya no hay nubes sobre mi cabeza. La tramuntana se las ha llevado. Las estrellas una vez más están ahí. Se acaban las baterías de mi grabadora de audio. Se escuchan las olas y la tramuntana una vez más, pero ya sin la capacidad magnificada que mi oido izquierdo experimentó durante estos minutos: 4:39.
Miro las estrellas. Casiopea está encima mio. Apenas el otro día nos conocimos. Hablamos un rato mientras yo intentaba descifrar si era ella en realidad. Y nos hicimos amigas.
En el sueño las mujeres que me presentó Mercè me contaron que tenían dos sistemas. En algunos sitios tenían toda la cadena integrada de servicios de salud. Es decir, desde la atención primaria hasta la atención hospitalizada de tercer nivel. O cuarto. Y también carteras de servicios en sitios en donde tenían presencia pero no en todos los niveles. ¿Y cómo se integraban? pregunté. Se me ocurrió entonces que debía saber esas preguntas. Y la siguente: ¿tenéis un modelo de despliegue en uno y otro caso? Lo cierto es que ya están desplegadas. Y ahora lo que hay que buscar es cómo se integran con el resto de los actores. Y entender la realidad regional de todos ellos. Yo puedo diseñar un modelo para poder integrar esas variables. No es fácil, pero puedo hacerlo.
Me desperté. Tuve la noción de que esto lo puedo hacer. Aquí y allá. Y que no sólo es algo que tengo en la cabeza desde hace años, sino que es algo que debo poner sobre la mesa de juego. Soy un taur que vuelve a sentirse poderoso ante la incertidumbre. Nuestra amada incertidumbre. Y esta tramuntana me ha dado las fuerzas necesarias para ello. Supe que debía levantarme, buscar el ordenador, y escribir. ¿Qué? No importaba. El relato de las palabras es la herramienta de quien ha procurado el oficio de escribirlas. Mi literatura no es tal, porque no tengo forma. Mi formato no es más que una concatenación de historias que no tienen final. Porque se acerca el momento de encontrarme otra vez con las estrellas. Ellas están ahí. Son testigos de este rito que aquí se sella.
Vuelvo a levantar la cabeza. No veo la luz… uno, dos, tres, cuatro, cin… luz…