Todo es posible

La imagen tiene un poder particular. Es muy distinta a la palabra. La fotografía permite congelar un instante. Una secuencia de circunstancias que se revelan a partir de una intuición de estar frente a un momento sagrado. La máquina en nuestras manos es una simple herramienta. Y lo que se plasma es un reflejo de nuestra humanidad. De la cúspide de nuestra intención por alterar la trayectoria de lo previsto. Y por fin: llegar.

La foto perfecta sólo puede tener como protagonista al más grande. O quizás también puede proveer un conocimiento exacto de la inmensidad de un estímulo: la vista.

Pero va mucho más allá cuando el simbolismo de lo que ahí se refleja tiene más de una lectura. Lo que ahí sucede es que se rompe la teoría de la fragmentación. La física cuántica se baja de su pedestal inasible y nos viene a pedir un momento multiversado para explicarle a sus colegas lo que quiere decir la plenitud de un momento. El momento en sí refleja la situación que nos trajo aquí. A esta lectura. El texto es un plano distinto al de la imagen. Al menos eso nos quieren hacer creer los ortodoxos contra los que nos alzamos. El resto, en regocijo, levanta el puño.

¿Qué pudo haber pensado Lio al levantar ese puño?

¿Que indica aquél momento en ese personaje central?

¿Qué dice la noción del resto de los retratados en ese instante?

El espacio se distribuye a partir de una tiraní del encuadre de quién tiene el control absoluto superior: la mano que mece la cuna: el fotógrafo.

En el mundo globalizado y feminista que nos ha tocado vivir la cuestión ya se fue a la verga hace mucho tiempo. Y buscamos momentos que nos devuelvan la fe. La noción de que nuestra sociedad, nuestra ciudad, está bien. Que lo que aquí vivimos tiene solución más allá de colgarnos de los huevos los uno y los otros. La colisión contra el contrario, más allá del juego, en la otra mitad de nuestra existencia: la surreal. De pronto podemos pensar que el futbolarte es la solución definitiva a todos nuestros males. Y el libro se escribe solito. Un gesto nos puede acercar a la búsqueda que todas las existencias presentes, pasadas y futuras verán realizado en un único momente: este. El presente. Congelado.

La noción de haber llegado al sitio máximo de plenitud. Se debe tener fe. Pero luego se debe saber qué lo que construye la revuelta de un equipo es la transición de un imposible a una poesía que se tuerce por el sitio más insospechado. Una historia así es la que he estado esperando toda mi vida. Y ahora nos llega así. Hola.

Este libro no es sobre mí. Aunque también. Es una biografía en tercera persona. O mi primer libro como negro literario de mi estimado amigo Santiago Garcés, el fotógrafo mexicano que tomó la foto más mítica de toda la historia del futbolarte, y probablemente, de toda la historia de la humanidad: la consumación de una remontada imposible en la vuelta de una eliminatoria a visita recíproca en la que nos toca cerrar en casa y tras una gesta de 99 minutos justo en el último tocamos la plenitud con un suspiro sublime que queda capturado en un instante en el que el mexicano, por mucho, se roba el show.

Vamos a centrar el pedo. En la foto concurren un mexicano, un argentino, un brasileño, un ticatalán, un espanyol, y 99999 espectadores locales enloquecidos todos ante la consecusión de un milagro. Algo más, mucho más, que la suma de las partes. La emergencia colectiva embotellada para que la podamos estudiar una y otra vez. El gesto sublime de un diálogo con los dioses. O acaso Dios no iba a estar presente en un milagro de este calibre: la noción sagrada de bienestar más significativo para la masa en sintonía. GOL. Un grito marcial. El jubileo. La venida de DIOS, finalmente, a la tierra. Bienvenidos al juicio final.

Sí D10S existe yo soy su hijo venido a la Tierra con el único objeto de traer la última y definitiva buena nueva: estamos todos en la gloria máxima a la que podemos dar acceso. Vamos a publicar un libro sagrado que contiene toda la historia de una doctrina que se refleja en una imagen que proyecta la luz en nuestro futuro inmediato. La revolución completa se nutre de esta única metáfora. Me basta una única parábola para escribir todo el discurso de la montaña. Aunque bien podría dar nueve discursos completos en los nueve montes sagrados de New Barcino.

Recuerda su nombre: Santi.

Santi es D10S.

Recuerda su nombre: Lio.

Lio es D10S.

La única foto en la que Lionel Messi se retrata como un impostor es en la mítica foto de Santi. LA foto. Cuando Santi entra en la habitación la gente murmura. La historia de Santi ya dio la vuelta al mundo. Hace ya más de dos años. Cuando el Barça se regía por un tridente suramericano.

Pero tenía que ser un pinche mexicano cabrón el que pudiera diseccionar este club en todas sus nueve dimensiones. Si el Barça no es tan sólo un club es porque hay algo más. Pero eso más no puede ser tan sólo un enigma sin forma. No puede ser el espíritu de un pueblo inacabado. No puede ser un gesto de derrota. Si algo nos enseñó Johan es a poder admitir la victoria. Por esos días en los que el festejo desborda lo normal. Porque todos nos volvemos locos a la vez. O debería decir: locas.

Yo entiendo que este club tiene su mística. Y a mí también me sobrecogió la emoción. Lo entendí todo gracias al futbolarte. Entendí con lo que aquí aprendí que la vida se puede reinterpretar con una metáfora que nos reune a todas juntas frente a un juego. En el campo hay unos personajes que nos completan la acción. Los dados en el aire. La ilusión de pertencia. La razón de la lucha a muerte. Estamos aquí desnudos tal cal somos y en última instancia le hemos clavado la espada a un toro de lídia de raza y bravura sin par. Matamos al león. Nos llevamos a la tribu directo al carnaval. Se llena la plaza pública en la que hemos determinado que nos reuniremos las grandes noches de júbilo. La emergencia colectiva de un pueblo que se sabe pleno. De un gol que nos hizo posible esta gloria divina superior: ALLS.

Cryuff cambió todo.

Un holandés.

Pep devolvió el origen sagrado a la masia, que hoy cumple 40 años. Nos supo completar la ecuación. Su obsesión por el juego la compartió con un club. Y de ahí conectó con un país. Y cambió el futbol para siempre. Y sus jugadores con él. El equipo, el club, en ese ser más que un club, desbordaron el futbol y nos abrieron los ojos con una historia impecable de humanidad. El futbolarte se puede expresar gracias a que hay un director de orquesta que nos lleva a trascender lo pactado. Lo que aquí podemos ser es esta configuración social que articulamos con nuestros representantes en la cancha. Algo más que una nación. Algo más que un anhelo de libertad. Algo más que un mayoría de 51%. No nos basta. Queremos todo. O lo más. Algo que se le acerque mucho. No hay nada más allá. Un 99%.

Eso es lo que nos dio Santi.

Ese día los mejores 99 fotógrafos del planeta reunidos en un estadio. Un mexicano del Colegio Madrid se llevó el gato al agua. Su foto se convertiría en la foto más viral de la historia del planeta. Nunca antes una foto se propulsó por encima de lo que retrataba en sí mismo: una celebración de un gol por parte de un protagonista secundario de la acción. Los personajes de la imagen tan sólo están celebrando el gol de alguien más. Pero lo que percibimos ahí es la coronación de un D10S pleno del futbol. Un pacto entre el demonio, Lio y Santi. Un argentino, un ticatalán y un mexicano. Una foto robada. Fake news. El planeta vuelto loco. Futbolarte. ALLS.

Mi amigo Santi tomó la fotografía más significativa del siglo XXI. En 999 años esa imagen seguirá teniendo una repercusión mayor que las 99 historias más inverosímiles de Donald Trump. Santi con esa foto se convierte, como autor, en un personaje más relevante que Trump, Bolsonaro, Keith Richards, Art Garfunkel, Miguel de Unamuno, Messi, …


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.